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Lo que yo preguntaría PDF Imprimir E-mail
Escrito por Salvador   
Lunes, 28 de Mayo de 2012 00:01

 

Yo, que en mi ignorancia no sé las respuestas de las cosas, me daré la licencia de hacerme las preguntas que me asaltan esta semana. Más que resignarme, desde una perspectiva lingüística o gramatical, en emitir una contestación concreta, lo que pretendo es hacerme una interrogación retórica a modo de pregunta que se formula sin esperar respuesta. Mas allá de que se me dé, como usualmente se admite, una indicación específica en réplica a mi petición, intento sembrar –sobre todo en mí mismo- la duda, en el sentido cartesiano–desde la perspectiva de que puedo dudar de todo menos de que dudo- para intentar, no ya una contestación categórica, ni tan siquiera una respuesta analítica o calificadora, sino,  y únicamente, la siembra de una simple inquietud que me lleve a  una controversia personal y anímica. Y, a partir del conocimiento que pueda obtener, ser capaz de dirigir mi voluntad hacia las metas elegidas.

Empezaría por afanarme en saber porqué nadie tiene que comparecer ante el Parlamento para dar cuenta de una gestión que ha desembocado en el rescate de la cuarta entidad bancaria de nuestro país que, según las últimas noticias del doctoral Guindos, necesitará una ayuda adicional de otros 7000 millones de euros. Sería posible conformarse con regodearnos en la bancarrota, sin preguntar dónde estuvieron los fallos del sistema, sin saber que impidió que se reaccionara previamente y sin saber qué se puede hacer para evitar que suceda algo semejante en el futuro o, por el contrario y con un pequeño o gran esfuerzo, podríamos evitar que se bloquee el debate sobre la investigación de Bankia y que comparezcan, además del maldito Ordóñez, los Blesa, Rato, Oliva (al que, después de dos semanas, se le obliga a dimitir, sin mayor explicación) y, a mayor abundamiento, el sucesor de este último, el Sr.Tirado, que resulta estar imputado por falsedad contable. Lo que viene a pelo.

 

Si no se consigue que nos expliquen este panorama, me atrevería a preguntar porqué no se nos dicen nada de la herencia descubierta en tres simbólicas Comunidades Autonómicas (Castilla, Valencia y Madrid), consistente en un déficit oculto de otros cuatro  mil millones de euros (entre paréntesis, aquí hablamos de miles de millones como si yo me buscase en el bolsillo cuatro perras gordas que es mi acervo diario) y, sobre todo, por qué Montoro no lo dio a conocer hasta la tarde del viernes, cuando él (y su segundo de abordo, el inefable Beteta, al que ya conocemos por sus excentricidades,  ex Consejero de Hacienda de la CA de Madrid y ahora Subsecretario de la cosa) ya lo sabían mientras presidían la reunión de la Asamblea comunitaria en la que se estrujó a todas las comunidades y, especialmente, a las de Asturias y Andalucía. ¿Se puede creer alguien la explicación de Aguirre de que había advertido que la liquidación era provisional, cuando ahora resulta que el déficit es el doble?

 

Para terminar en el ámbito parlamentario –donde estas cuestiones deberían tener su natural discurso- y ahora que la OCDE nos  reclama el “cierre inmediato” de los bancos inviables, sería momento para preguntarse cómo es posible que para recuperar nuestra credibilidad se acuda a empresas privadas extranjeras, cuyo pedigrí deja mucho que desear, máxime cuando la reforma del sistema financiero se está haciendo "tarde, mal y arrastras". Alucino y me repregunto quien impide que el Parlamento pida explicaciones del por qué se hacen las cosas a rastras y mal y, en su caso, exigir responsabilidades. Entretanto, se alardea de espíritu dialogante, cuya última muestra han sido las tres enmiendas sin relevancia admitidas a los Presupuestos Generales, de las tres mil y pico presentadas por toda la oposición.

 

Cambiando de tercio, dentro del poder ejecutivo, sería conveniente saber si es compatible la valiente exigencia a la UE para que adopte medidas ‘en 24 horas’ para rebajar la deuda, si nos consta que Bruselas impone a los bancos españoles una auditora que se equivocó con Irlanda. O es que debemos aceptar a pies juntillas que el Gobierno “tiene la voluntad de seguir haciendo las cosas bien y  lo que España necesita” -lo que es conmovedor- y, por supuesto, desconfiar de “Hollande que no sabe cómo están los bancos españoles”. De todas formas, comprendiendo la displicencia con que contemplamos la posibilidad de perder el tiempo en reunirnos con los que mandan -porque lo que importa de verdad es la estabilidad financiera, que puede entrar en vigor en veinticuatro horas- también es obvio que debamos sacrificarnos y atender en Chicago las llamadas de Cameron y Merkel (incluido el delicioso paseo en barcaza), mantener dos conversaciones con Obama y aceptar la invitación de Monti para la cumbre del crecimiento en Roma.

 

Sin pretender profundizar en el tema –en realidad no merece la pena entretenerse en estas nimiedades o, por decirlo más exactamente, “miserias”- cabría por último inquirir cómo es posible que haya una norma reglamentaria –que rija precisamente en la cúpula del poder judicial-  que establezca la no obligación de dar cuenta de los gastos, con cargo a fondos públicos, que pueda hacer el Presidente del Tribunal Supremo, que lo es a la vez del Consejo General del Poder Judicial. La verdad es que no necesitamos –los que estamos a la cuarta pregunta- recibir explicaciones sobre los veinte largos fines de semana –semanas caribeñas, le llaman- en hoteles y restaurantes de lujo. Y es vano preguntarse si es mínimamente decoroso que el Secretario del CGPJ nos diga que no tiene constancia de actividades oficiales de su Presidente en las fechas de los viajes. Y, por añadidura, deberíamos constatar si es que nos toman el pelo cuando el Ministro del ramo nos asegura que tanto el Consejo como Dívar han salido “fortalecidos” del normal funcionamiento del Estado de Derecho.

 

No se preocupen por mí, pues no tengo que contestar a las anteriores preguntas. No. No, porque no quiera o no sepa: sencillamente porque no me dejan tiempo material para ello. Me tienen entretenido con temas tan trascendentales como las derivaciones político-patrióticas del final de la Copa del Rey y el IBI sobre los bienes de la Iglesia Católica. No me da tiempo a pensar en futilidades.