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Un nuevo Gobierno, ya PDF Imprimir E-mail
Escrito por Salvador   
Lunes, 04 de Junio de 2012 18:26

 

 

 

 

En estos tiempos en que soñar es lo único que no cuesta dinero, la otra noche tuve tres extraños sueños de los que les hago partícipes; no por nada, apenas para que me ayuden a enjugar el sudor frío que surcaba mi frente, entre uno y otro despertar. La verdad, me costó conciliar el primer ensueño a causa de tantas turbulencias, crispaciones, agonías, frustraciones y desconfianzas generadas por el día a día de la prima de riesgo, las acciones preferentes y la bolsa que busca sus cotas del 93 y que hacen, por ejemplo, que en este Diario ocupe la portada la figura de un Rajoy atragantado…

Tan es así, que me desperté sudoroso y acongojado, al ver que había vuelto el Gobierno que durante siete largos años había liderado Zapatero y cómo acometía manu militari -a punta de pistola, me aclaraba la lideresa- la salida a Bolsa de Bankia, una fusión de Caja Madrid y Bancaja, ya se sabe: mangoneadas por los capitostes del partido. Y lo que era peor: aparecía tocando la campanita el propio ZP, con su desparpajo de siempre. ¡Qué horror! Porque después aparecía, vestido con sus mejores galas y su sonrisa meliflua –creo que viene de Mefistófeles, el dios del averno-, firmando ante notario el testamento de la herencia que dejaba; una herencia comprensiva, no sólo de todo el ladrillo de Bailén, sino de lo amasado por los hermanos Lehman y desparramado por Irlanda, Portugal y Grecia. Como un gnomo encantador, nos recordaba con descaro que había tenido la desfachatez de negar la crisis, que osó agrandarla con sus vaivenes y que la remató con los ajustes dictados desde Bruselas, sin resistencia alguna, le costase lo que le costó. A él y a todo bicho viviente.

 

A Dios gracias todo había sido una pesadilla. Así es que me tranquilicé al instante, me volví a dormir y pude comprobar cómo un personaje, serio y circunspecto, Registrador de la Propiedad para más señas,  se encontraba a la cabeza de nuestro Gobierno, desempeñando honestamente su papel de Presidente. Como nos había anunciado con tanta insistencia como desenvoltura que todo cambiaría nada más se defenestrase al mal llamado ZP, una legión de simpatizantes -y el público en general- esperaba con alborozo la llegada del bienestar deseado. Así es que en mi sueño, vislumbré incluso que, contra su voluntad, aguantaba una serie de recortes –y de cortes de mangas- que sin duda se adoptaban para el bien de la ciudadanía. De todas formas, algún mal intencionado murmuraba sotto voce  que la cosa no iba como se programó -en un programa que nadie había conocido- y empezaron a crecerle los enanos. La locuaz –y nada condescendiente- ministra del ramo laboral, impuso una reforma mientras desechaba de un plumazo algún mínimo consenso alcanzado entre patronal y sindicatos. Un ministro del ramo hacendístico asustaba sin piedad a ciudadanos y Comunidades Autónomas y, en el entretanto, otro nos ofrecía tesis doctorales en economía y finanzas que ni el propio doctor se creía o, por lo menos, las enmendaba cada dos por tres, no sólo en cantidad (dos, siete, quince, veinticuatro mil…) sino en contenido  (nacionalizar perdidas, préstamos reembolsables, inyecciones a fondo perdido… quién lo sabe, ni maldita la falta que nos hace). Nadie se preocupaba por ello porque el jefe tampoco sabía a cuanto ascendía el desfase, ni el procedimiento que se iba a aplicar. Pese a ello, en lontananza se veía a algún que otro descreído que se preguntaba si era el líder dinámico que exigía el momento o un simple y escrupuloso “gestor” de servicios en bancarrota y liquidación. Incluso, se alzaban algunas voces que decían con descaro que había renunciado a un proyecto propio –como hizo ZP en mayo del 10- y todo lo fiaba a que Europa nos salvase, nueva doctrina que calaba en el personal que ya dudaba entre votar a Merkel en unas futuras elecciones o, más cómodo aún, buscar un Monti, a modo de “gorigori” tecnócrata procedente del sector financiero, que era lo apropiado para nuestro despegue.

 

El intento de solucionar el dilema me despertó de nuevo jadeante pero, para mi tranquilidad, volví a ensoñar una especie de espejismo, esta vez reparador, con el oráculo afirmando que no habría dinero público para la banca, que la prima de riesgo no tenía nada que ver con Bankia, sino que todo se debía a Grecia y sus engaños contables… Por todo ello, soñé –esta vez parecía que era de verdad- con tener un Gobierno nuevo. Un gobierno que no nos hablara de la herencia recibida; que no supiera lo que hacia, pero por lo menos que nos lo dijera; que no dijera que gracias a “reformular las cuentas” se había podido saber que las supuestas ganancias de 300 se convertían en perdidas de 3.500 (me pregunto si al reformulador que las  reformuló  no se lo llevaron esposado). Un gobierno que no buscara lo justo y necesario, de tal manera que cometiese la injusticia de apartar a Divar de nuestra vista; que diera las ruedas de prensa en la Moncloa y no en Bruselas, Berlín, Chicago o Paris. Un gobierno que no se preocupase por nosotros que ya estábamos hartos del apoyo que recibíamos al descalificar al otrora prestigioso BE, al menosprecian a las Universidades, al meternos en prisión permanente revisable o, en fin, al mandar al subgobernador del BE a informar a puerta cerrada en una subcomisión de mala muerte e impedir hablar a Ordóñez y Rato y el otro y el de mas acá y el de más allá… sin que nadie  alzase la voz contra tanto despropósito

 

Me desperté –y esta vez para no volver a soñar- cuando leí las advertencias de Bruselas, el varapalo del director del BCE y, por si fuera poco, la cartita del propio Rato cuestionando la operación por sus consecuencias negativas para los accionistas y el resto el sistema financiero. Y caí en la cuenta de que es necesario –de todas, todas- un cambio de Gobierno que rija los destinos de este puñado de cuarenta y tantos millones de ciudadanos que estamos muy lejos de ser un rebaño domesticado de súbditos. Me daría igual quien lo presidiera. Y es que esperar en tu puerta a que pase el enemigo, cuando estás en la oposición, es rentable, pero cuando estás en el gobierno, es suicida. Y las contradicciones diarias del circo ministerial ya ni te hacen gracia…