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Un momento de seriedad PDF Imprimir E-mail
Escrito por Salvador   
Lunes, 02 de Julio de 2012 09:56

Ya está bien de escribir una semana y otra de cosas intrascendentes, de lo que no interesa al que de buena fe coge el periódico e intenta pasar un rato agradable. Y lo único que se encuentra es con una retahíla de cotilleos intrascendentes, con una sarta de despropósitos y reproches de los buenos contra los malos –y de los malos contra los buenos- que no conduce a ninguna conclusión medio decente. Intentaré, pues,  escribir en serio de algo de lo que no entiendo, lo cual, por otro lado, es moneda corriente entre nosotros: hablamos y hablamos sin saber a ciencia cierta lo que traemos entre manos.

Por eso mismo, esta semana no pienso recordar con nostalgia –o con  furor- la casi década ominosa del señor ZP que sólo supo engrosar la burbuja inmobiliaria y añadir otros hitos tan interesantes o nocivos como los de los nombramientos de los señores F. Ordóñez y Divar. Nada más lejos de mis aviesas intenciones. Por las mismas razones, no voy a perder un minuto de mi tiempo, ni solicitar la atención de mis sufridos lectores, con el relato de los múltiples aciertos que, en tan pocos meses, jalonan el quehacer del actual Gobierno: la reforma laboral, los ajustes en sanidad y educación, las sucesivas reestructuraciones financieras, el sostenimiento de la espiral del paro, la subida incontenible de la prima de riesgo, de los intereses de la deuda, a la par que la bajada en picado de los valores en bolsa, el casi agotamiento a estas alturas del déficit pactado con Bruselas… No teman ustedes que me desmadre, como es mi costumbre. Ni siquiera voy a hablar de la segunda subida de la luz en lo que va de año.

 

Esta vez, ya lo he anticipado, mi atrevimiento se encamina por senderos de sensatez y seriedad. En estos momentos -en los que hasta el Sr. Rubalcaba ha ofrecido su apoyo ante la cumbre europea, que el Sr. Rajoy acepta y queda reflejado en la proposición no de ley aprobada por ambos partidos en la que se recoge una postura común en las futuras reformas de la UE-  únicamente me resta interesarme por cual sea la opción más atrayente, ahora que parecen las aguas más calmadas.

 

No se si existe un alternativa a esta salida que nos ofrece la Europa a la que –aunque no lo parezca- pertenecemos. Pero, me es indiferente la existencia de una disyuntiva más o menos aceptable. Lo que de verdad me interesa es clarificar la situación que se nos avecina. Y que me expliquen, de una vez por todas, cuales van a ser los extremos en que se concretará este rescate, esta ayuda crediticia o cómo quieran llamarla nuestros mentores.  Y, sobre todo, cuales son los condicionantes a que nos sometemos, qué consecuencias tendrá un eventual incumplimiento de nuestro sistema bancario, lo que supondrá para el bolsillo de los contribuyentes el costo financiero de la operación…

 

Lo que no quiero es que me pase –por poner un sólo ejemplo, real como la vida misma- lo del “ajuste” sanitario. Yo, que tenía la ilusión de salir de la crisis que me había negado el gobierno socialista tan pronto tomase el timón el mayoritariamente votado partido popular, yo que confiaba ciegamente –por aquello de que no nos lo habían explicado- en las rápidas y eficaces medidas contra el paro y el desempleo –y que me fiaba de aquellas promesas explícitas de mantener una sanidad gratuita y universal-  me he visto sorprendido por las incumplidas vaguedades de la Sra. Mato. Tanto es así, que no sólo los pensionistas pasaremos a pagar por primera vez por las medicinas, sino que a mayor gloria de todos nosotros nos eliminan medicamentos tan normales como los que afectan a "síntomas menores", como mucolíticos, antivirales o antitusivos … que podrán ser sustituidos por cualquier otro producto muchas veces natural, según nos aventura la titular del ramo, lo que supondrá que para el dolor vamos a tener que usar los remedios de la abuela, como las cataplasmas, las sanguijuelas, la manzanilla o la tila. ¡Menos mal!

 

Es posible que todo ello sea necesario, justo y razonable (en el más puro lenguaje eclesial, al que estamos acostumbrados); es probable –por lo menos, ellos se lo creen- que estas medidas sean más eficaces para la deseada austeridad que vigilar a los defraudadores, evitar las evasiones en sus diversas fórmulas o, sencillamente, aplicar un sistema tributario progresivo. Pero, lo que es cierto, de todas todas, es que nos han engañado al hacer lo contrario de lo que prometieron.

 

Por ello, con la más absoluta de las seriedades, pido que nos lo expliquen todo, sin vaguedades, subterfugios, medias verdades ni otras zarandajas. Quizá así seamos capaces todos de arrimar el hombro y luchar unidos por salir de este marasmo.