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La alegría de la huerta PDF Imprimir E-mail
Escrito por Salvador   
Lunes, 09 de Julio de 2012 00:05

 

“La alegría de la huerta” (zarzuela de Federico Chueca) se ha utilizado para referirse a una persona que siempre se encuentra optimista y alegre, lo que parece normal esta semana de alegrías contenidas -como la bajada de la cifra del paro o las primeras noticias sobre lo acordado en Bruselas- o las más desaforadas expresiones del espíritu deportivo, después del triplete de “La Roja”.

Claro es que todo ello debe atemperarse a la realidad de los hechos, porque la euforia futbolística –pese a ser un deseado y merecido descanso en esta travesía de turbulencias- sólo es remedio pasajero para la cruda realidad de nuestras penurias económicas; tanto a nivel general en donde persiste la gravedad de la recesión, como al más cercano círculo de la economía doméstica, donde los efectos de las reformas y recortes varios se empieza a sentir en las propias carnes. Por otro lado, no es oro todo lo que reluce en las cifras del paro de junio –habrá que esperar a septiembre- o en el jaleado triunfo de Monti y –por encima de todos- de Rajoy en Bruselas, ya que ni es creíble vaticinar el fracaso de Merkel ni serán moco de pavo los condicionantes del célebre memorándum, cuya letra chica aún no se nos ha desvelado. No es aventurado pensar que “ya vendrá Paco con la rebaja”. Por lo pronto,  después de la buscada euforia hemos de “pisar el acelerador” y llegamos a un viernes negro de extrema tensión.

 

Así,  ya tenemos dos noticias que ensombrecen la alegría de nuestra huerta, la primera de ellas inevitable por la fuerza de la naturaleza, visible en estos días en los fuegos del levante español. Y la segunda, ciertamente evitable aunque en permanente inestabilidad a la vista de la poca vista, valga la redundancia, de nuestros sesudos economistas, financieros, asesores o quien diablos sean los que constantemente se desdicen cuando de cálculos se refiere. Ahora parece ser que necesitamos otros 30.000 millones para cumplir el objetivo del déficit y me pregunto cuánto tardarán en volver a hacer otra estimación adicional. Esta vez ha sido el ministro de A. E. Margallo, quien ha anunciado –en el extranjero, por supuesto, a los pies del ministro económico alemán-  que el Gobierno presentará en los próximos días un paquete de "restricciones presupuestarias" muy severo, si bien no ha especificado cuáles y ha asegurado que hemos hecho los deberes y los vamos a hacer más intensamente; por supuesto, a golpe de decretazos.

 

Por otra parte, también es habitual usar la expresión que en sentido irónico, aplicándola entonces a la persona aburrida y sosa, de la que se dice peyorativamente que es la alegría de la huerta, porque su sola presencia entristece el ambiente. Lo que hemos podido soportar esta semana. Aburrido y soso es el rostro de la  M. de Trabajo, a la hora de desmentir o dejar de desmentir la filtración, desde su cercanía, de un documento con los puntos clave del expediente de regulación de empleo (ERE) del PSOE. Soraya la da por cierta y no la única: “mal de muchos, consuelo de tontos”.

 

Y lo mismo de sosa y aburrida nos resulta la simple presencia del Sr. Montoro cuando nos anuncia -guinda del “pasteleo”-  que Hacienda está dispuesta a dar todas las facilidades en la amnistía fiscal. El blanqueo ya no se va a gravar con un 10% de los activos ocultos aflorados, tras las críticas de los asesores de los defraudadores, que consideraban que eso no era suficientemente ventajoso para ellos. Con la nueva interpretación, habrá casos en que a los evasores les baste pagar menos del 1% de todo lo defraudado, amén de hacer la vista gorda con la comprobación de las declaraciones, en aras de que “el fin justifica los medios”. ¡Ya quisieran para sí este trato el resto de los contribuyentes honrados!

 

Ante estos paradigmas de nuevos valores sociales, qué quieren que les diga. Nadie se atreverá a pedir responsabilidades a tanto y tanto corrupto, a la miríada de gestores bancarios que no sólo han engañado a multitud de pequeños inversores y humildes ahorradores, sino que cobran pingües remuneraciones y se retiran con sabrosas indemnizaciones. ¡Dios mío, porqué nos has abandonado en manos de tanto desalmado!

 

Menos mal que aún quedan pequeños atisbos de comportamientos en donde mirarse. Ahí están –a propósito del tema de la semana- la actitud desprendida de Torres al ceder el balón del cuarto gol de España, la caballerosidad de Iker pidiendo al arbitro que no prolongase el martirio de los italianos, el noble pasillo que nuestra selección hizo a la vencida italiana y, por encima de todos, la figura señorial del seleccionador Del Bosque, en su permanente escuela de caballerosidad, mesura y, por todas otras virtudes, espíritu de equipo.