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Confrontación y renovación PDF Imprimir E-mail
Escrito por Salvador   
Lunes, 23 de Julio de 2012 00:15

 

A propósito de los últimos congresos socialistas, me voy a tomar la libertad -sin ningún título para ello y sólo desde una posición de espectador independiente- de apuntar alguna reflexión sobre la necesidad  y conveniencia de la confrontación de ideas y de la renovación en la política. Nadie me ha dado vela en este entierro, pero instituyo que la ocasión merece la pena para echar mi cuarto a espadas.

La cuestión tiene su origen más inmediato en el congreso de Sevilla, en donde ya se agudizó el enfrentamiento -enraizado en el pasado- entre dos personalidades pertenecientes al mismo socialismo recién recalado en la oposición. Se pretendió dar cierto aire renovador con la difusa figura de Chacón –perdedora de antemano- y sus pretensiones de ruptura con el pasado, pese a que ella misma estaba lastrada por su reciente andadura. A su carro se subió –no sin enigma- el líder andaluz que, a la postre, resultó herido por la victoria in extremis de Rubalcaba.

 

Nada se resolvió, pero en el ring de la política la campana de la dulce derrota en las andaluzas, salvó a Griñán de pasar al cementerio de los elefantes, en el que ya se encontraba su mentor y desafecto Chaves. Quiérese decir, a mi entender, que las espadas de los personalismos quedaban en alto y en el tapete de Almería se iba a ofrecer una batalla sin cuartel en busca de la estabilidad en la familia socialista. El duelo, iniciado con el florete de la habilidad, vino a terminar con el  más realista desafío de la espada –prototipo de la esgrima clásica- que utilizó inmisericorde el ganador, de tal forma que no se sintió obligado a mantener en su entorno a los que no le habían votado; esto es -sin más circunloquios-  se deshizo de los críticos de Jaén al confeccionar una ejecutiva regional de 'amigos'.

 

El guirigay estalló: Reyes lamentó la pérdida de «la oportunidad de salir con un partido más unido que con el que se entró» y aireó la lealtad y el compromiso con Griñán, a quien dijo había votado –no sé si tres veces antes de que cantara el gallo- a pesar de lo cual, en la prensa  se indicó que Baeza no lo votó sino que lo hizo “como el resto de la delegación jienense”; se reveló que Menéndez y López Carvajal "son compañeros  que no forman parte de la gran mayoría socialista en la provincia"; Griñán aclaró que este es un  partido donde se toleran las criticas, que enriquecen (que se lo digan a los marginados) pero Rubalcaba abroncó a los críticos y esgrimió la cultura socialista para desautorizar la disidencia (“quien se mueve no sale en la foto”).

 

Ante la falta de voluntad de diálogo, Reyes prometió un fructífero debate (empleo, participación ciudadana, desarrollo rural) en el congreso provincial. El resultado de éste fue su reelección casi apoteósica y, salvo el rifirrafe con Mar Moreno y la anécdota de incorporar dos críticos a su equipo, el panorama siguió las mismas pautas: vacío de debate ideológico y falta de renovación. Sobre el primero, desconocemos los frutos de la discusión; sobre la segunda, basta ver los paradigmas –dejando a salvo valoraciones personales- de la provincia a nivel nacional (Zarrías), regional (L. Carvajal, Menéndez), provincial (Reyes, Férriz, Navarro y el propio Zarrías, en una ejecutiva donde no se enfatiza ningún nombre nuevo) y local en el que ha resultado vencedor F. Palomino, a escasos cuerpos de M. Plaza, otro viejo correligionario.

 

Es posible que para los iniciados no exista problema alguno en orden a la esperanza de renovación, que aleje del horizonte inmediato la sensación de desmotivación. Pero para los que esperan una respuesta a la atonía política, para los que entiende que se hacen precisas nuevas ideas que permitan la confrontación fructífera, el panorama es desolador. Es como si todo se hiciera para salir del paso, como si sólo interesara mantener el statu quo, mirar de soslayo el desorden irresoluto en los ámbitos político, judicial, social, ético, moral… en franco retroceso, como si de un monstruoso cangrejo se tratara. Serán lamentables las consecuencias, pese al lado positivo –tras el posicionamiento sin ambigüedades- de que Francisco Reyes se haya convertido, a su pesar, en el principal referente del sector crítico del PSOE andaluz.

 

Nunca como en estos momentos se hace más necesaria una vía alternativa, alejada de posturas camaleónicas y relativistas. Se precisa una diferenciación de propuestas que permita a la ciudadanía identificar las posibles soluciones a los problemas. Algo incompatible con el disimulo y la mera discusión interna –si es que la hay- y, por supuesto, poco creíble cuando se ofrece por quienes durante décadas vienen defendiendo los mismos posicionamientos, a veces personales. La credibilidad depende, en gran medida, de la capacidad de generar una renovación potente de la política en el corto plazo, donde se incorporen nuevos actores e ideas nuevas. Sobre todo cuando sabemos que los jóvenes de hoy están más interesados que nunca en la política y, precisamente, porque la abstención es la primera opción para ellos. Recuperar su confianza es primordial y, desde luego, con un discurso innovador.

 

Lo demás, es pura palabrería.