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Escrito por Salvador   
Lunes, 27 de Agosto de 2012 00:06

 

El patio está que arde. Aunque el poeta cubano Silvio Rodríguez cantaba  “si tu signo es arder, arde con todo…pero ay amor, ay amor, no te quemes el corazón”, en nuestro caso la quema no tiene límite alguno y ardemos por los cuatro costados.  Desde los efectos devastadores de los montes en llamas criminales, hasta el ardor moderado que ponen en sus cuitas los ministros Montoro y Soria, pasando por los relámpagos que se alumbran para el otoño vasco con sus elecciones anticipadas, el horizonte que se vislumbra no es nada acogedor.  Sólo nos faltaba el último resplandor de la bella y ardorosa ministra del ramo laboral, que nos ha anticipado –sin que se le mueva un solo músculo de su cara- que los trabajadores van a estar más amparados que nunca, cuando cobren, no ya los miserables cuatrocientos euros de la malhadada herencia, sino los espléndidos cuatrocientos cincuenta machacantes… siempre que estén casados y con dos hijos. ¡Cómo no dar gracias por tan generosa previsión en tiempos de recortes y estreñimientos! No había dineros pero… arda Troya, si todo es para bien de nuestros amados parados.

Pero vayamos al respiro que nos merecemos,  en el pedregal que nos han dejado tantos y tantos incendios como  asolan este terreno yermo y desabrigado en que nos ha tocado vivir. Es reconfortante comprobar  como todavía quedan espíritus nobles y desinteresados, que velan por el bien de los mortales.  Que hacen lo indecible por sanear el ambiente, cortando de raíz las malas hierbas que pretenden  resurgir de sus merecidos castigos. Por de pronto, ha sido un consuelo comprobar como  el Tribunal Constitucional ha denegado el amparo a los presos etarras que –sin tan siquiera arrepentirse y pedir perdón-  pretendían que no se les aplicase la doctrina Parot, alegando la violación de la Convención Europea de Derechos Humanos. El Tribunal Constitucional ha entendido que, mientras no se resuelva el recurso planteado por nuestro Gobierno ante la Gran Sala del Tribunal de Estrasburgo, no  hay que poner en libertad a los condenados porque existe riesgo de fuga "sin ningún género de dudas".  Aunque me temo que el ridículo que traerá la resolución definitiva de  estos casos va a ser mayúsculo, he de reconocer que muchísimas personas –de buena fe- se han tranquilizado al ver que los presos etarras seguirán en prisión, sin derecho alguno a la redención de penas, evitando así  la alarma social que esta medida provocaría.

 

Y ello -he de confesarlo no sin prevención- me produce desazón porque es una manifestación más de ese ambiente de revanchismo que se palpa en nuestra sociedad, donde el  maniqueísmo es un mal endémico. Sólo hay buenos y malos, es mi verdad frente a la tuya. Estas posturas, a mi juicio, son radicalmente perversas sobre todo cuando son mantenidas por ese grupo de selectos iluminados que pululan por los ámbitos más radicales del espectro político. Cuando de actitudes extremas se trata todavía es soportable, pues se sabe de qué pie cojean, tanto si son de la extrema derecha como de la izquierda radical. Lo  verdaderamente peligroso es cuando se trata de tendencias más o menos camufladas de partidos centrados, de tendencia liberal o progresista, por usar una terminología conocida, aunque no exacta.

 

En estos días, cuando parece que PP y PSOE siguen líneas convergentes en materia de terrorismo y el Gobierno aplica planes para reinsertar presos, repatriar prófugos y excarcelar enfermos (como, por cierto, se hizo en otros tiempos), surgen voces críticas dentro del PP –lideradas, como desde hace tiempo, por Mayor Oreja-  que aseguran que con  ello “se da fortaleza a ETA” dando la impresión de que se va a remolque de los hechos o de la presión de la huelga de hambre de los presos. Será minoritaria esta posición pero, aparte de consentirla –tal vez, de alentarla para contentar a este sector extremista-   el mal social es irreversible. No es ocasional oír comentarios catastrofista entre la gente normal, ni nos resulta extraña la polvareda orquestada por cierta prensa. Responde ello –algo anómalo en un político de ideología democristiana, que se declara católico practicante-  a una idea de cruel ensañamiento, de repudio total de medidas de reinserción, de la doctrina del perdono pero no olvido. De todas formas, no me interesa tanto la opinión del Portavoz del PP en el Parlamento Europeo (del que discrepa el propio PP vasco) como  su incidencia en amplios sectores de la sociedad, en especial de algunas asociaciones de victimas del terrorismo. Y, sobre todo, nuestra respuesta personal a estas incitaciones extremistas.

 

El que un sector radical del PP, al que se ha sumado como es habitual Esperanza Aguirre, haya cuestionado la decisión del Gobierno de excarcelar al etarra Yosu Uribetxeberria, podrá ser inasumible por la mayoría de la ciudadanía, pero en todo caso, yo, desde mi particular visión cristiana, me pregunto si los ojos de misericordia con que se ha de contemplar al culpable, se cohonesta con la actitud de repulsa extrema que utilizamos para mensurar la actitud de este criminal no arrepentido. Si el perdón que imploramos en nuestra oración por excelencia, como compensación a nuestra clemencia hacia los que nos ofenden, es la postura que nos sirve de norte en esa carrera de improperios que nos acompaña cuando nos referimos al repulsivo etarra. No creo compatible con la caridad cristiana las burdas explicaciones del 'olvido pero no perdono' o su contraria, 'perdonar no es olvidar', y tantos otros eufemismos con que creemos disculpar nuestras intransigentes posturas que, más que justas motivaciones, son expresiones extremas de exaltación sectaria.