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Es posible la ilusión PDF Imprimir E-mail
Escrito por Salvador   
Domingo, 09 de Septiembre de 2012 23:32

 

Hablaba el otro día con Antonio, pariente y amigo, de la vieja cuestión de la trueque del ciclo vital y cuán gratificante sería para los que ya apenas podemos peinar canas que, ahora, regresásemos a la juventud perdida. Es un fastidio comprobar en nuestras propias carnes la impotencia –y no sólo en ese sentido ya periclitado- de gozar de las bondades de la vida, en este momento, precisamente, que poseemos un gran número de capacidades cognitivas y psíquicas y disfrutamos de posibilidades económicas –lo que no nos acompañaba en la juventud- y que en la vejez, por desgracia, no podemos utilizar. Y, para desconsuelo del pasado, recordar los tiempos de juventud tan pletóricos de deseos y tan parcos de acontecimientos satisfactorios. No estoy seguro de que ello fuera bueno, pero quizá sería ventajoso tener ahora el vigor y los anhelos de la juventud y que llegara la muerte en pleno disfrute de lo que no poseíamos en aquello tiempos. Aunque, probablemente la realidad que nos corteja sea la mejor antesala de nuestra despedida, es reconfortante imaginarse el cambio de ciclo vital.

Por lo menos, es lo que me sucede a estas alturas de la tan esperada legislatura postzapateril. Apenas llevamos recorrido la octava parte de su camino y me temo que tenemos la sensación de estar en los meses finales de la misma, aquellos que se denominan basura, a la espera del cambio deseable después del desgaste normal de todo período de poder. Da la impresión de que la desilusión, la desconfianza, el cansancio, nos traen de cabeza  y nos hunden en el desencanto.

 

Son tantos lo incumplimientos sobre lo prometido, son tantas las farsas que se han montado sobre el mismo escenario que alzó sus telones con inusitadas ilusiones, son –incluso- tan reiterados los malos augurios que el propio Gobierno se encarga en sembrar,  que parece que estuviéramos en los estertores propios de la agonía y del coma.

 

La falta de circulación por nuestras venas económico-financieras de la necesaria confianza, impide el debido retorno de sangre  al corazón y nos lleva de cabeza a la esclerosis. La no injerencia de alimentos propiciada por los recortes en sanidad y educación nos conduce a la anemia contundente de nuestro cuerpo social con peligro de inminente hemorragia en expiación de nuestras culpas pasadas. El desaliño en las elementales costumbres y el olvido de las mínimas normas éticas nos ha enfangado, más si cabe, cubriéndonos con la suciedad de la podredumbre y la corrupción. Estos, y otros, males que nos acechan no son remediables con los reiterados pretextos y justificaciones, las promesas y los anuncios de luces tras la negritud del interminable túnel.

 

No obstante, tengo la esperanza de que al final del ciclo, cuando esté a punto de extinguirse esta maltrecha legislatura, la transformación será una feliz realidad y estaremos disfrutando de la eterna juventud y  los achaques todos habrán desaparecido. Tras el declive gradual de los sistemas corporales, ante la proximidad a la muerte, el pensamiento reflexivo con el que se contempla y revisa el pasado vivido, hará factible nuestra feliz visión del cambio de ciclo.

Por hacer un somero repaso de los demonios que en estos días nos acechan, podremos comprobar que no habrá mas equivocaciones fatales en el descubrimiento de tantas muertes infantiles y serán casos cerrados tantos asesinatos, muchas veces por personas del entorno de los pequeños, incluso será evitable su comisión, así como los de pederastia y de violencias de genero. Por otro lado, ya estarán resueltos casos como el del etarra Bolinga, gracias a la noble presión de las víctimas y la eficaz política de Mayor, Aguirre, Gallardón y otros adalides cristianos del partido mayoritario, a la que misteriosamente habrá sobrevivido el nuevamente acosado Presidente, maestro de la finta y el aguante; lo que, por otro lado, habrá facilitado el honroso final del terrorismo. Ni qué decir tiene que el flujo sanitario habrá vuelto a su curso normal, libre de emigrantes y oportunistas, y el prestigio de nuestro sistema educativo habrá alcanzado su cenit. Tampoco quiero olvidar la sutil manera en que se habrá solucionado el tema autonómico, con general contento de tirios y troyanos, libres de toda ansiedad por la malhadada falta de liquidez, aunque haya sido necesario cambiar con urgencia la recién promulgada ley de estabilidad –tan cacareada ella, frente al despilfarro anterior-  que prohibía avalar las deudas de las comunidades autónomas. Y, de seguro, estaremos congratulándonos de la aprobación definitiva del segundo o tercer rescate –suave, eso sí- acordado, por la habilidad negociadora del equipo económico, sin condiciones onerosas para nuestros intereses y, por descontado, sin haber costado un solo céntimo al sufrido contribuyente. Todos contentos, incluso los cerca de seis millones de parados que seguirán creciendo gracias a las acertadas reformas laborales.

 

Es lo que digo: en una vejez plena de sentido en la que predomine una actitud contemplativa y reflexiva, capaz de reconciliar sus logros y fracasos, nada hay mejor que prepararse activamente para envejecer y enfrentar la muerte sin temor, como algo natural, como parte del ciclo vital, cuya mudanza es esencial. Podremos agonizar con los dulces deleites de la juventud recobrada.