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Con la boca tapada PDF Imprimir E-mail
Escrito por Salvador   
Lunes, 01 de Octubre de 2012 00:28

CON LA BOCA TAPADA

 

 

Los que con gran benevolencia se acerquen a leer este artículo, no teman que vaya a insistir en el mirad y leed en mis labios, a que nos exhortaba Esperanza Aguirre hace dos semanas, ni en la afectación histriónica de nuestros protagonistas del último artículo, hábiles con sus palabras para simular ser lo que no se es. Me voy a limitar constatar si nos es permitido saber de la abundancia que sale del corazón, esto es, de lo que habla la boca.

Me han llamado la atención dos fotografías que veo en los periódicos del martes. Una, en la que el ínclito Mou (especialista en rehuir la explicación sencilla que el público se merece después de cada partido) está junto al defensa Sergio Ramos (que ha sido objeto de las agrias censuras de su manager, en su vano intento de eludir responsabilidades propias); ambos aparecen en un pausa del último partido con sus manos en las bocas en animada conversación sobre incidencias del mismo, privándonos por si acaso de sus instructivos comentarios. La otra, es más serena y tiene lugar en la sede del Gobierno de la Junta de Andalucía, en la que uno de los actores, el Sr. Griñán,  escucha con gran atención a la otra actora, la señora Martínez Aguayo, que en su cualidad de Consejera supongo susurra algún recordatorio que se había dejado en el olvido en la antesala, mientras se tapa sin rubor la boca con su gentil mano de damisela aplicada, evidentemente con la intención de que no nos enteremos el resto de los mortales de sus acertadas observaciones. Es posible que todos  se tapen la boca porque en realidad ni ellos mismos saben lo que van a decir, aunque sospecho que entre ellos sí que se entienden y cuecen las habas… a su beneficio, a beneficio de una opción partidista, de un sistema insostenible en términos de bien común.

 

No creo que haya mayor indiscreción que esta costumbre de los hombres públicos de sustraernos de sus juiciosos pareceres; indiscreción y, a mayor abundamiento, mala educación. Miren ustedes, si tienen algo que decir, díganlo sin tapujos; si no quieren decirlo, cierren el pico; pero no me vengan con el ridículo y agresivo gesto de taparse la boca para disimular indisimuladamente y dejar al descubierto sus inseguridades. Podría parecer que estas actitudes responden a una lógica actitud de discreción, pero, no: es abierta doblez y propósito de ocultar algo que no se quiere que se sepa.  Aunque, en el fondo, creo que hacen bien porque para hablarnos lo que nos hablan, merecemos mejor suerte. Sin salir del jardín de Andalucía, ustedes me dirán si se han enterado que la Junta vaya a solicitar el rescate o pretende el equilibrio presupuestario con los cinco mil millones que Montoro ofrece con toda generosidad y si –cuando se lleve a cabo este glorioso o denigrante acto-  sabremos los andaluces que se ha hecho lo mejor para nuestra economía o hemos dado un paso que nos lleva a la bancarrota; la verdad es que son tan discordantes los argumentos de uno y otro bando –que a su vez se contradicen con los que arguyen sus adlátere nacionales en orden al rescate a solicitar de Europa- que nos quedamos sin saber si del corazón de unos y otros, sale la abundancia deseada o es preferible estar alerta ante la perversidad de la boca y ante de la iniquidad de los labios como nos advierte el Proverbio.

 

Sí, la verdad es que mejor están callados, para que, a la larga, no se tengan que arrepentir o sentir vergüenza de lo dicho. Esta misma mañana he oído en una emisora preguntar a la Vicepresidenta si sentía rubor de sus referencias a los más importantes problemas de nuestra situación, cuando hablaba desde la oposición sobre el autoritarismo  del gobierno de Zapatero, los pro del IVA, todos para el gobierno y los contra para los ciudadanos y otras lindezas. Nos ha dicho que se sonríe al recordarlas. Supongo que también habrá sentido cierto rubor el Sr. Rajoy defendiendo en el gran foro mundial, la Alianza de Civilizaciones, preconizada por su antecesor y anatema por aquel entonces. Vivir para ver.

 

Ya me dirán si no es una gozada oír la verborrea con que se compara a los manifestantes que intentaban protestar rodeando las calles del Congreso con los golpistas de Tejero, que "quería taparnos la boca a todos los españoles… ocupando la casa que es de todos, donde se residencia la soberanía nacional”. En esta ocasión sí que hubiera sido más saludable que se hubiese tapado la boca la garbosa parlanchina. Aunque, la verdad, no sé que es peor, si el remedio o la enfermedad y, como muestra, ahí tienen los silencios que entusiasman a nuestro Presidente de Gobierno. Desde N.Y. ha reconocido entusiasmado a "la mayoría silenciosa de los españoles que no se manifiestan”, con lo que volvemos a su querida teoría de los buenos españoles, en este caso, los que se callan ante la insostenible situación. Pues, no: soy español –no sé si de los bueno, Dios no lo quiera- y no me gusta callar. Y -lo que es más significativo- hay mucha gente que no ha estado en las manifestaciones y su silencio no significa que se acepte la postura admonitoria del gobierno.

 

De todas formas, habrá que intentar romper este maleficio que nos deja perplejos. No sabemos si lo mejor es callar, taparse la boca y aguantar, o, por el contrario, manifestarse abiertamente y decir lo necesario. Insisto en mi consideración inicial: dime como hablas y de que hablas y te diré quien eres, porque de la abundancia del corazón habla la boca. En todo caso, no estaría de más preservar el  corazón -porque de él mana la vida-,  apartar la vileza de la boca y alejar la malignidad de los labios.