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En tierras lejanas PDF Imprimir E-mail
Escrito por Salvador   
Lunes, 29 de Octubre de 2012 00:33

 

 

 

 

Los ciudadanos de dos regiones han hablado en las urnas, pero da la impresión que aquello queda muy lejano, en el septentrión de España: por el Norte -donde los vientos arrancan grandes olas que rompen en el arrecife donostiarra- y por el Este –a cuyo término se acaba la tierra entre neblina y lluvia cadenciosa-, mientras nosotros, en el Sur, nos consumimos entre los aires arenosos que nos vienen del Atlas y las aguas lentas que riegan la Bética. Benditos contrastes de nuestro ser español, que, a veces, parecen enfrentarse airados y que, en el fondo, nos hacen unos en la diversidad.

Me imagino, por ello, que los resultados de las recientes elecciones en el País Vasco y en Galicia, nos parecen ocurridos en tierras lejanas sin que sus consecuencias nos lleguen de forma inmediata. Sin embargo, algunos analistas nos dicen, lisa y llanamente,  que ha ganado Feijóo, lo que significa que toda España –“el éxito debe ser obligatoriamente nacional”, nos iluminan- avala los recortes de Rajoy –“el pueblo soberano ha ratificado el mandato que le fue dado al centro-derecha”- y, en consecuencia, que Rubalcaba debe dejar el cargo, después del enésimo y estrepitoso fracaso del PSOE –“el descrédito del socialismo español es absoluto y los resultados en Galicia lo confirman, y le empujan a una revisión de su programa, de su agenda y de su liderazgo”-. Amén de que ha de aterrorizarnos el avance de Bildu (con olvido de que en otras ocasiones el nacionalismo vasco ha tenido los mismos porcentajes de votos, con la variedad de que ahora ETA no asesina). “El soberanismo pasa por encima del PSE y el PP”, con el peor resultado de la historia en una autonomía de un partido que gobierna -¡y con mayoría absoluta!- en Madrid.

 

Así, pues, la opción socialista parece desaparecer, lenta pero inexorablemente, desde la generales hasta las últimas autonómicas y, probablemente, en los próximos comicios catalanes. Es un lugar común constatar que carece de programa ideológico, no ofrece soluciones económicas creíbles –claras y diferenciadas del liberalismo rampante-, ni ha definido un norte –más allá de un evanescente federalismo- en la forma del Estado. En este panorama, quizá ni sea decisivo buscar un nuevo liderazgo y, de hacerlo, habría que tener en cuenta el relevo generacional.

 

Alternativamente,  Feijóo apuntala a Rajoy en el ámbito nacional y le refuerza en las negociaciones europeas y en la decisión sobre el rescate económico. Ya apenas quedan votantes que no lo hagan por el PP, pues incluso en donde otros gobiernan lo hacen en coalición y esta fuerza es la hegemónica. Su ideología conservadora, su capitalismo neoliberal –seguidor fiel de la ruta marcada por la Merkel- y su tendencia al centralismo territorial son fácilmente distinguibles (aunque nos digan cosas -o, precisamente, por ello- tan contradictorias y lacerantes como que los Presupuestos de 2013 “son los mas sociales de la democracia”) lo que facilita la elección del votante. Es más, en los espacios no gobernados por las izquierdas y no ocupados por el PP, las fuerzas gobernantes –de marchamo nacionalista, separatista, independentista o lo que se quiera- son asimismo de derechas. La realidad, desde esta perspectiva, es que el mapa español está impregnado por gobiernos de mentalidad profundamente conservadora, capitalistas y liberal, por lo demás nada distinto al resto de Europa. Pero este no es el paisaje que debería alumbrar nuestro horizonte, pues el pensamiento único sin un contrapeso que alumbre una posible alternancia sería catastrófico.

 

El pueblo está turbado y necesita con urgencia de serenidad, recuperar la confianza porque, cuando nadie es capaz de hacer autocrítica, sería un error creer que los españoles tienen una paciencia sin límites. Por ello, habría que preguntarse la conveniencia de buscar una salida diferente, una alternativa. Quizá sea la hora de estas tierras del sur, tan desprestigiadas por la explotación o la corrupción –no muy distinta, por otro lado, a las del norte-. En esta tesitura, se nos podría ofrecer Andalucía -indolente y gitana, último bastión de la izquierda-,  como posible impulsora de un nuevo ciclo político que pudiera buscar soluciones para proseguir estrategias de ajuste con el ritmo adecuado; que recobre una actividad económica que tienda a la recuperación por la inversión; y que cuente, en definitiva, con unos ciudadanos que han sido separados de toda participación democrática, arrinconados a unas consultas periódicas que sólo buscan que todo siga igual. El problema no es que la solución sea una opción socialista o no, nacionalista de un signo o de otro; lo que se necesita es respetar unos mínimos principios de ética y honestidad  para superar la crisis de valores, sobre la base del respeto y el dialogo. Liberar  el voto cautivo, con un Parlamento que recobre su sitio. Sin deslegitimar la política, superar el autoritarismo de las mayorías o del pensamiento único, en una acción ejercida sin clientelismos y erradicada la corrupción.  Buscar la equidad en los sacrificios derivados de los ajustes presupuestarios y de los recortes sociales, con un gasto solidario y social y unos ingresos que tengan por meta la real y justa redistribución de la riqueza. Porque, como ha dicho Martha Nussbaum, reciente Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales “la justicia social es el reto”.

 

Alguien que no sea de esta tierra –sabia y que, al mismo tiempo, ha sido permanente muestra de rebelión frente a las dificultades y las tiranías- podría recibir esta propuesta con escepticismo, pero yo sé que es una ocasión única para la regeneración y el restablecimiento de la cordura. Y presiento que este podría ser el momento preciso.

 

Porque, como nos dice Pablo Neruda, el presente -liso como una tabla, fresco y limpio como una copa nueva, sin telarañas del pasado- “nada tiene / de ayer irremediable”. Es el presente el que hay que asir, sujetarlo hasta que nos obedezca y hacerlo camino. O una escalera, para subir peldaño a peldaño: no muy alto sólo hasta que puedas reparar las goteras, no muy arriba sólo hasta alcanzar las manzanas –a las nubes déjalas volver al pasado- porque “tu / eres / tu presente, / tu manzana /… híncale el diente y ándate / silbando en el camino”.