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Lo mejor está por llegar PDF Imprimir E-mail
Escrito por Salvador   
Lunes, 12 de Noviembre de 2012 02:43

 

Me planteaba estos días dejar pasar algunas semanas sin hablar, mejor dicho, sin escribir de política, pues pensaba que me sucede como a una amiga que, a diario, habla por teléfono con sus hermanas para reírse y entristecerse con los mismos sucesos del pasado y contarse la misma monotonía de todos  los días. Por mi parte, si el panorama tuviese una cierta variedad de cuestiones, podría incidir sin cansar con la reiteración: pero es que, amigos, todos los días nos encontramos con los mismos y las mismas, con problemas eternos que nunca se resuelven y que, si se intenta, lo es en medio de un vocerío descompuesto, como en el ejército cuando se echa a la tropa con los tambores destemplados o como sucedía con los reos que eran llevados al patíbulo al son de cajas destempladas. Con este ambiente, la verdad es que no apetece hablar de política, entendida –huérfana de su noble sentido- como lugar apropiado para lavar la ropa sucia y echarse a la cara mentiras, patrañas y noticias falsas y tendenciosas. Por si cuela.

Pero, a fuer de sincero, no tengo más remedio que volver a insistir en el tema político porque –rara avis- merece la pena detenerse por unos instantes en las palabras que Obama dirigió a sus compatriotas al terminar el recuento de votos en la noche electoral en que ha vuelto a encontrar la confianza  por otros cuatro y definitivos años, en especial de las mujeres, los jóvenes, los negros, los hispanos, los asiáticos incluso, por su decidida apertura a las minorías. Sin pecar de papanatismos, he de confesar que las mismas son el ejemplo más exacto del ejercicio racional con que se infieren unas cosas de otras, sacándolas por consecuencia de sus principios. Son estos precisamente, los principios, la base argumental de su facultad discursiva. “Lo mejor está por llegar”, ha dicho Obama, porque lo esencial es trabajar unidos y sin egoísmos, intentándolo de continuo (porque el papel del ciudadano en nuestra democracia no acaba con el voto) Y lo agradece con esta frase poética y confiada: “Gracias por creer hasta el final, a través de cada colina y cada valle”.

En su reflexión indica que lo que ha dado a Estados Unidos su grandeza es la conciencia de que “las responsabilidades están en el amor, la generosidad, el deber y el patriotismo”. No son elucubraciones edulcoradas, basadas en un optimismo ciego que ignore los obstáculos, ni en un idealismo iluso que nos permita permanecer al margen ni eludir el combate. Porque, a pesar de todas las dificultades  y las frustraciones, podemos alcanzar juntos este futuro porque no estamos tan divididos como hace pensar nuestra política, ni somos tan cínicos como dicen los expertos. En definitiva, su creencia en que la esperanza es ese sentimiento tenaz en nuestro interior que “insiste, a pesar de que todo indique lo contrario, en que el futuro nos reserva algo mejor, siempre que tengamos el valor de seguir intentándolo, seguir trabajando, seguir luchando”. Al igual que hace cuatro años, con aquel grito sonoro de «Sí podemos», lo que ha querido transmitir es que sigue siendo posible la esperanza: lo mejor está por llegar.

Son nuestros ideales, el credo eterno: la democracia, la libertad, la unión, la fe, la perseverancia, la oportunidad y la esperanza firme, los principios sobre los que asentar un programa de trabajo. Buscar todo el empleo de calidad y las nuevas empresas que se derivan de ellos (por ese orden), reducir el déficit y reformar el código tributario (consiguiendo un ajuste fiscal que sea compatible con una economía que no retroceda hacia la recesión, como ocurre en Europa), arreglar el sistema de inmigración, continuar el progreso que ya hemos logrado y seguir esforzándonos para tener nuevos puestos de trabajo, una nueva seguridad para la clase media. “Esta noche habéis votado para que actuemos, no para que hagamos la política habitual. Pero eso no significa que vosotros hayáis terminado. Somos más que la suma de nuestras ambiciones individuales, y somos más que una colección de estados rojos y estados azules”. No siempre esta acción es una línea recta, pero se necesita el esfuerzo de construir un consenso y alcanzar los difíciles compromisos necesarios para impulsar el país.

 

¿Qué más se puede decir? No creo que sobrara ni tan siquiera el citar, entre otros, el caso de la niña leucémica de Ohio para ejemplificar el espíritu de acción, por que podría aplicarse a otros lugares del planeta y no sólo a EEUU. Yo diría, que es lacerante en nuestra patria, donde hay muchos que tienen un presente angustioso y sin futuro alguno. Todo ello, en un ámbito de solidaridad porque nuestras historias son diferentes, pero nuestro destino es el mismo. No es frívolo el ejemplo, pues es preciso echar una mirada desde lo superficial a lo profundo, para ver lo valioso en lo pobre, pequeño, marginal y de poca apariencia. Para saber mirar es necesario situarse en el lugar adecuado, en el punto de vista preciso y esto hará posible que poder ver unas realidades u otras: ver o no la presencia de tantas niñas desamparadas y descubrir la realidad de la pobreza de tu mundo cercano y del mundo entero o dejarte deslumbrar por las cifras macroeconómicas que parecen ser lo esencial de este mundo.

 

No es baladí la referencia final a Dios, porque EE UU, incluso en mayor medida que España, tiene una religiosidad patente y, en todo caso, porque los principios en que se basa el discurrir de este relato, tienen fundamento cristiano, base para el obrar moral y ético. Es una música de fondo que me atrae. Como el propio Obama, que desprende un aroma a juventud, fortaleza y saber estar, propios –hoy más que nunca- de su atrayente figura.