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Adiós tristeza PDF Imprimir E-mail
Escrito por Salvador   
Lunes, 31 de Diciembre de 2012 00:12

 

Contra parafraseando –si se me permite la expresión-  a Françoise Sagan, que obtuvo con su primer libro “Bonjour tristesse”  el premio de la crítica francesa  en 1954, podría decir, como sensación opuesta a lo que ella describe al inicio de su novela: “Hoy, algo me envuelve como una seda, / inquietante y dulce”, algo que me une con alegría a los demás. Es como un sentimiento desconocido cuya dulzura obsesiona. Es una impresión tan total, tan egoísta, que casi produce vergüenza, cuando la alegría siempre me ha parecido honrosa. Por eso, cuando más tarde J. L. Perales cantó aquello de “Buenos días tristeza: siéntate junto a mi, cuéntame si conoces a alguien que sea feliz…” pienso para mí que, “ahora que estoy contigo, ya lo ves, me estoy acostumbrando a verte aquí, a veces entonando una canción y a veces caminando por ahí...”

Sí, en estas horas –a caballo entre un año que termina y otro a punto de nacer- me envuelve ese sentimiento y decir aquello de “todo es posible en Granada”, como me he venido repitiendo a lo largo de mi vida. Ya me pasaba de niño, cuando me comía con la vista los escaparates desde donde me miraban los juguetes deseados y, llagado el día, los veía junto a mi cama. Todo era posible, incluso terminar la carrera y, después de muchos años de espera, formar mi nuevo hogar. Como posible fue salir adelante, sin más problemas que los necesarios hasta que ha llegado la jubilosa edad de disfrutar de los pequeños caprichos de la vida. La vida, que es corta pero está llena de pequeñas y gratas posibilidades, que hay que aprovechar.

 

Aunque, la verdad, esta eventualidad de ver cumplidos tus deseos, ya es menos factible en estos tiempos de tribulación, en los que las perspectivas positivas dejan paso con más facilidad que la deseada a momentos de negatividad. Pero, al mismo tiempo, todo puede mirarse desde un prisma positivo. Por ejemplo, es posible pensar que, en este año venidero, vamos a avanzar en prosperidad lo que nos evitará seguir lamentando la rémora de la herencia recibida. Dejaremos de temer nuevas subidas del IVA, de la luz, el teléfono y otros servicios de rigor, incluso gozaremos de la estabilidad de las pensiones y, a pesar de ello, no lamentaremos, por unos meses, nuevas ayudas a bancos a sanear y a banca mala donde las haya. Desaparecerá el periodismo amarillo y dejaremos de utilizar vocablos como externalizar y otros eufemismos. Las buenas perspectivas –como aquellos brotes verdes del anterior encantador de serpientes- se harán realidad y el empleo se recuperará lenta pero inexorablemente. Incluso, los catalanes de pro dejarán de menospreciar la legalidad que rige en todas las españas y renunciarán a imponer la soberanía que defiende sólo una parte de aventureros  independentistas. Es más, ya no habrá quienes vergonzosamente blanqueen sus dineros con el beneplácito –incluso, la  bochornosa incitación- de un gobierno que no acierta a cortar la fuga de capitales. En este reino feliz se habrán terminado los informes tendenciosos de policías paralelas que –rememorando pasados episodios dictatoriales- investigan a políticos, jueces, fiscales, periodistas o empresarios desafectos a los que se consideran enemigos.

 

Para ayudar a vislumbrar esta perspectiva, hemos tenido un especial regalo de Reyes, contenido en el discurso de Don Juan Carlos, quien ha lanzado un mensaje optimista de Navidad en el que, partiendo de la necesidad de mezclar medidas de austeridad y crecimiento, ha reivindicado “el papel fundamental de la Política con mayúsculas para salir de la crisis” y ha llamado a todos los partidos a “cerrar heridas”, a “renunciar a una porción de lo suyo para ganar algo mayor” con el objetivo de “inaugurar una nueva y brillante etapa integradora”. No se puede pedir más… ni tampoco se hará menos –por desgracia y como de costumbre- para seguir los sabios consejos reales. Quisiera pensar que esta llamada al respeto mutuo y a la lealtad recíproca, en un nuevo marco de convivencia, será una realidad en el año que vamos a disfrutar en unas horas. Será una manera  de agradecer la actitud abnegada y leal de las familias y la solidaridad de muchas organizaciones asistenciales, así como de reconocer el esfuerzo de los ciudadanos de todas las edades, muy especialmente, de muchos jóvenes que se levantan cada día con sensación de inseguridad y desánimo por la difícil situación de sus economías, la falta de trabajo y las inciertas perspectivas.

 

Este ejercicio sano de decir adiós a la tristeza de la nostálgica Segán y dar la bienvenida a la alegría de vivir, es tanto más satisfactorio cuanto más personal son los recuerdos y los deseos. Es en nuestro ámbito más íntimo en donde es más precisa la alegría que nos sale de adentro, aunque por las circunstancias no le pueda acompañar el júbilo externo. Me resisto a estar triste y pienso que merece la pena confiar en los demás, que el futuro tiene un color anaranjado como el de un amanecer inesperado, que la mutua ayuda brotará como la flor del almendro disipando la neblina de la mañana. Cuando tantas cosas nos incitan a perder la fe en el género humano, es necesario que resaltemos el valor de la dignidad del hombre, la confianza en nuestras posibilidades. Es preciso reflexionar y  hacer reflexionar sobre los impulsos del alma que nos  llevan al compromiso con la sociedad y a pelear por ideales a punto de periclitar. Esto, con toda seguridad, nos hará terminar el año que mañana se inicia siendo quizá un poco mejores personas de lo que lo empezamos.

 

¡Adiós tristeza! ¡Buenos días, alegría!