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Mentiras y Lamentos PDF Imprimir E-mail
Escrito por Salvador   
Lunes, 14 de Enero de 2013 00:05

 

“Todo es mentira…”, cantaba desgarradamente Gardel y el alma se nos partía de pena, mientras el pibe relataba sus cuitas amorosas, añorando besos y ecos de sonoras risas, desconsolado al no poder llorar porque “las lágrimas pensadas / se niegan a brotar”.  Eran lamentos ante la muerte de la amada cuyos “ojos se cerraron” (título de la canción), pese a lo cual “el mundo sigue andando”. A nosotros posiblemente no se nos ha muerto  ningún amado, pero sí que estamos a punto de que se nos salten las lágrimas.

Por lo menos es lo que sucede ante las medias mentiras y silencios  de la bien mullida entrevista real con motivo del setenta y cinco cumpleaños del Rey. Nunca ha sido santo de mi devoción el amigo Hermida, entrevistador escogido para el evento, a quien mi padre, ya por los años sesenta, encontraba amanerado –y mareante por sus afectados tics- pero, en esta ocasión, me ha parecido –aparte de tedioso- un mal pretexto generacional para presentarnos a un Rey como perdido en el tiempo, achacoso de salud y aferrado al vínculo paterno filial, que resultó más llamativo por lo que calló que por lo que dijo. Con los ecos de elefantes y princesas asesoras, el intento de mostrar normalidad, resultó una pequeña aunque bien intencionada mentira. La contención en abordar los temas más actuales y candentes, desembocó en una caricatura de entrevista. Es faltar a la verdad exigida, ese cúmulo de silencios en torno a los asuntos que más quebraderos de cabeza le ocasionan y que está en la preocupación de la gente, como si todo siguiera igual que antes cuando era mayoritariamente respetada la Monarquía.

 

En medio de lo que nos revela el barómetro del CIS al señalar la lucha contra la corrupción como el segundo de los objetivos de la sociedad española para los próximos años, después del paro, resulta bochornosa la última peripecia que se nos alumbra. Cuando la ciudadanía está harta de financiaciones irregulares y manejos arbitrarios de una bolsa común dramáticamente mordida, nos enteramos ahora que el Banco de España, en su  misión supervisora, tenía por única tarea la de “mirar para otro lado” ante indicios de conductas delictivas... Dicho lisa y llanamente: se hacía la vista gorda como si nada pasase en Bankia. Por el contrario, M. A. F. Ordóñez habla de una campaña de desgaste de la institución y el propio BE rechaza formalmente las acusaciones ¿Quién miente más? No le pregunten a Rato, el gran protagonista de este agujero bancario,  que está atareado con su toma de posesión ante su agradecido Alierta.

 

Otro tanto de lo mismo es la farsa, que ha durado trece años, montada por políticos y empresarios -catalanes y corruptos- con el beneplácito del ministerio fiscal. Una tolerancia (¿podríamos decir, también, que presuntamente corrupta?) que ha permitido durante este período de podredumbre urdir la trama necesaria –y legal, no hay que olvidar este formalismo- para rebajar los once años de prisión que inicialmente pedía el Fiscal a los mínimos necesario para que tan importantes representantes de la voluntad popular –y, de paso, de la inmundicia- no tengan que pisar la cárcel. En todo caso, no me preocupa tanto la conducta del Ministerio Fiscal, más bien misterioso mullidor de entuertos, como la de unos políticos que disponen de dineros destinados a Cursos de formación para parados para hacer frente a los gastos de su guarida, en un alarde verdaderamente pausible de mentira cochina, coronada en un fin de fiesta digno de tan nobles propósitos. No otra cosa nos puede parecer la promesa  que sobre el caso hizo en su día el Sr. Durán: dimitir si la acusación resultaba cierta. Mentira suprema de quien tan limpiamente defiende los intereses catalanes, insultando de paso a los parados andaluces.

 

¿Quieren que siga desgranando mentiras…? No es mi propósito cantar todos los tongos, digo los tangos, de la fauna que nos rodea. Para terminar me pregunto –“¡hoy está solo mi corazón!”- si lo correcto será lamentarse como un buey suelto que se lame sus heridas resignadamente, cuando sabemos, como puntualizaba el tanguero argentino, que “todo es mentira, mentira es el lamento”. O, si por el contrario, lo adecuado es reaccionar para sacar a vergüenza pública tanta desfachatez. Ni tan siquiera debiéramos -como lo hacía mi amigo Carlos, en otras de sus canciones- suspirar  por la indiferencia del mundo, porque “verás que todo es mentira, / verás que nada es amor, / que al mundo nada le importa... / ¡Yira!... ¡Yira!...”