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Corrupción: segunda parte PDF Imprimir E-mail
Escrito por Salvador   
Lunes, 11 de Febrero de 2013 00:26

 

 

En esta semana de continuas e interesantes noticias sobre los ámbitos deportivos (operación Puerto, sospechas sobre el equipo de futbol de la Real Sociedad) o empresariales (el affaire inacabable Díaz Ferrán, las dudas de Rosell, la venidera bienaventuranza sobre Alcorcón y Eurovegas) constato que también ha sido aciaga para las organizaciones políticas de nuestro país. Por un lado, las eternas noticias en torno al PP: de nuevo Fabra, la reciente imputación de la cúpula de la candidatura Olímpica Madrid2016,  la saga de los Barcenas, Montoro, Mato y Sepúlveda. Por otro, la sombra alargada de las andanzas en el PSOE, debidamente resaltadas en una conocida táctica del calamar: insistencia en la trama de los ERE -con la recolocación de los implicados en puestos de la J A, - , sin olvidar los diarios recuerdos de los GAL, 11-M.,  faisanes, vitriolos y quemas con cal de desvalidos ciudadanos… Y no digamos los casos Urdangarín, Oriol Puyol, la reactivación de Prenafeta y Alavedra de CIU…Todo ello me fuerza –antes de seguir, como era mi propósito, indagando sobre las causas, consecuencias y lucha contra estas lacras- a preguntarme sobre esta extendida corrupción.

 

 

Hemos llegado al cenit del estupefacción al leer en un periódico, que se dice representante de un sector selecto de la sociedad española –“La Gaceta”, del día 5 y en la pluma de su colaborador Kiko Méndez-,  que “Hay millones que preferirían a Luis Bárcenas en el ministerio de Hacienda antes que a Rubalcaba dueño y señor de la Moncloa”.

¡¡¡Dios nos coja confesados!!!

La propensión morbosa al hurto, hace que podamos hablar de que estamos, más que en un régimen democrático, en una verdadera cleptocracia o dominio de los ladrones que, definitivamente, se han establecido en el poder, institucionalizando la corrupción y sus derivados como el nepotismo, el clientelismo político, el soborno, los fraudes, el trafico de influencias… con la característica fundamental de que estas acciones delictivas quedan impunes, debido a que todos los sectores del poder están corruptos, desde la justicia retardada al legislativo amordazado voluntaria y gustosamente, pasando por la pudrición de los funcionarios y todo el sistema político y económico, que se ha convertido en una verdadera plutocracia en la que es evidente el predominio de los ricos y poderosos en la gobernación del Estado.

Es una actitud tan vieja como la sociedad misma, que ataca a cualquier clase social o persona y se presenta por la intención de enriquecerse a costa de las demás personas Nuestra historia es abundante en los supuestos del caciquismo decimonónico o, de forma más abyecta, de los típicos ejemplos de nuestros bandoleros o contrabandistas, Y en ella cabe distinguir entre la conducta política contraria a las normas jurídicas (falta de ética jurídica) y el comportamiento político desviado (falta de ética política), tipo especial de corrupción que si bien no tiene que ver directamente con la apropiación ilegal, sí entraña entre algunos servidores públicos, una conducta negativa que se puede observar cuando no cumple con los valores de su institución, es decir, cuando no conduce sus actos con honestidad, responsabilidad o espíritu de servicio, por citar algunos de ellos

De momento, voy a centrarme en los supuestos que en estos días han saltado a la palestra y que afectan - de ahí su gravedad-  especialmente al partido  que ostenta el gobierno de España. Como se narra en el evangelio, nadie está facultado para tirar la primera piedra (y, antes, he dejado señaladas algunas de las imputaciones que pesan sobre el resto de los partidos), pero entiendo que es, precisamente esta grave responsabilidad de ostentar el poder, la que me lleva a buscar las que a éste pudieran corresponder. Y, entre las que he anotado, fijarme en las derivadas políticas, pues la ilicitud jurídica, incluida la vertiente penal, habrá de ventilarse en el campo judicial. A éste, dejémosle que siga su camino, durante años y años (salvo en casos excepcionales, como casualmente sucedió con el descubridor del affaire, el Juez Garzón, que fue juzgado y condenado tres veces en sólo dos años). Centrémonos en la responsabilidad política, si es que la hay. Y detallemos los recientes casos del Sr. Barcenas, amasador de fortunas en el centro neurálgico de la calle Génova; la Sra. Mato con sus fiestas infantiles y sus desavenencias con el Sr. Sepúlveda (el del jaguar, las cuentas corrientes conjuntas y los bienes gananciales); el Sr. Montoro y su  acogedora amnistía fiscal para evasores y delincuentes sin par. Todo ello, adobado con el cercenamiento de la Cámara que representa a la voluntad general, a la que se hurta el conocimiento y debate de todo este amasijo de basura.

Y, por si fuera poco, estableciendo el reino de las tinieblas y de la confusión como si se tratara de trileros que nos quieren confundir con su cubilete de tahúres consumados. Mato nos dice que ya la declararon irresponsable penalmente, cuando sabemos que se amparó en la prescripción. Sepúlveda es intocable por ser funcionario, pese a que Aguirre se lo ventiló en un periquete. Montoro no sabe si su juguete fiscal sirve o no sirve a los delincuentes en sus aviesos propósitos. Y de los papeles del Sr. Bárcenas, no sabemos sin son verdaderos, falsos o “falsos, salvo lo que es verdad”.  Por favor: ¿hay alguna responsabilidad política en este tejemaneje, en esta desvergüenza general o hemos de creernos al “justo” que imparte justicia barriendo para casa? Recuerdo aquellas confesiones generales  de las misiones del nacional catolicismo, en las que el predicador blandía una cuerda en el púlpito para que todos los pecadores se acogieran a su salvación. Ahora lo que hay es una confusión general (por lo que, probablemente, no sepan aclararnos en que cubilete de los tres posibles se encuentra la pieza manipulada) y, más probablemente, estamos ante la corrupción general (todos somos trileros y nos engañamos mutuamente).

 

Y tan contentos en este tiovivo en el que giramos al son del dinero.