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Dame un silbidito PDF Imprimir E-mail
Escrito por Salvador   
Lunes, 11 de Marzo de 2013 18:38

 

La pasada semana, me vi obligado –con gusto por mi parte- a decir algo sobre Benedicto XVI, sin tocar el tema de calado internacional derivado del resultado de las elecciones italianas de finales de febrero, incluso más importante si cabe que el ambiente que nos rodea sobre la corrupción –madre de todos los males- pero, una vez que hemos dado el adiós al emérito y en el interregno hasta que alumbre la fumata blanca, bueno será fijarse en estos acontecimientos.

Han sido éstos –corrupción y elecciones italianas- los que me han recordado un cuento de mi infancia, de permanente validez por otro lado. Aquel que en 1882 relató Carlo Collodi, con ilustraciones de Mazzanti, en el que el bueno de Geppeto, el carpintero alquimista que siempre había deseado tener un hijo,  da vida a la marioneta de madera a la que convierte en un niño travieso y desobediente al que llama Pinocho  por lo mucho que le crecía la nariz cuando mentía, pese a que nació con el deseo inmediato  de servir a su amo.

 

Un adicional  interés del cuento fue la aparición, cuando Pinocho vuelve a casa después de una de sus correrías, de un grillo que le dice que tenga cuidado y que lo que ha hecho no está  bien. Pinocho se enfada, le tira un martillo de madera y lo mata: una manera simbólica de soborno de la conciencia. Este personaje apareció de forma relevante en la versión que hizo Disney con el nombre de “Pepito Grillo”, que se hizo casi tan famoso con Pinocho. Es el encargado por el Hada Azul de guiar al niño de madera  por el buen camino  y que se ofrece en situaciones difíciles  con aquello de “dame un silbidito”. Es esa persona a la que solemos consultar cuando necesitamos consejo, ayuda o simplemente una buena dosis de sentido común, que no tiene miedo de cuestionar lo que decimos e incluso de indicarnos lo que es incorrecto.

En este escenario, se nos presenta la España de hoy y –permítanme la licencia- su relación con las elecciones italianas.

 

En Italia, la engañifa que impuso la troika de la señora Merkel, el tecnócratra Monti, se ha desinflado tan pronto ha pasado el tamiz de las urnas. Un desvergonzado, Berlusconi –de sórdido historial y vendedor de promesas electorales imposibles-  y un cómico que responde al nombre de Beppe Grillo, son los herederos del interregno democrático a que ha estado sometido el país transalpino. Y las expectativas que había generado el centroizquierda de Bersani, se han quedado a mitad del camino. Este coctel parece vaticinar una Italia ingobernable, en la que aparece la nueva y sorprendente fuerza –que elige a sus candidatos a través de Internet- como árbitro de la situación y adalid de un tremendo voto protesta contra el inmovilismo, el cambalacheo  y el descrédito político. Algo, por otro lado, de repercusión europea.

 

En España, simultáneamente, las expectativas electorales del Partido Popular, golpeado por la gestión de la crisis económica, se contraen y la distancia que lo separa del Partido Socialista se achica cada vez más, según el CIS,  llegando ambos a mínimos históricos de aceptación, en una horquilla que va del 35  al 30.2 por ciento de apoyo. El mismo Centro nos da cuenta en su última consulta de que la corrupción y el fraude aparecen como segundo problema nacional en la consideración de los ciudadanos, después del desempleo. España tiene graves problemas de inversión empresarial, lo que supone la caída del empleo, carece de margen fiscal y de autonomía económica y necesita acudir a Bruselas en busca de soluciones. Peor es el panorama de la sociedad política, con los partidos enzarzados en disputas interminables, con un bipartidismo imperfecto que es caldo de cultivo para la confusión entre todas las fuerzas.

 

No falta casi de nada. Los sindicatos en perpetua cuestión, el expresidente de la CEOE está en la cárcel y el actual número dos presume de no pagar la seguridad social. Urdangarín y Corinna se encargan de la demolición de la Monarquía. Cantó y compañía como adalides de la regeneración. IU a su bola. El PSOE no logra encontrar el camino de la necesaria renovación y, para más INRI, se pelea con los hermanos del PSC por identidades mal entendidas.  Y Bárcenas retrata la honestidad del PP, entre papeles apócrifos, fotocopias sin valor, despidos simulados, indemnizaciones diferidas, sueldos no admitidos y sobresueldos inconcebibles, querellas y denuncias inconsistentes, adobado todo con mensajes de tranquilidad interna y renuevos de falsos brotes verdes con promesas a medio y largo plazo y protestas de total trasparencia.

 

Llegados a este punto, no sería descabellado prever una salida tan inestable como la italiana. Y la pregunta se hace inevitable: cual será nuestro  Beppe Grillo ante el desalentador espectáculo. Y retorno a nuestro cuento por si hubiera un Geppeto misericordioso y alquimista que pudiera modelar aunque fuese alguna que otra marioneta traviesa pero honesta. Y hete aquí que nos asalta un ejército de Pinochos, todos ellos en dura competición de prominencia nasal. Y, en el cenit de la descomposición, en vez de un Pepito Grillo, guía amoroso de nuestros pasos, que nos avise de los peligros con un atento silbidito de sentido común, nos aparece un Beppo Grillo a la italiana, en forma de ministro arrogante que con voz aflautada y misteriosa nos amenaza y lanza sospechas a diestro y siniestro (más bien, a este lado), en vez de arreglar el propio huerto en donde, precisamente, la flor mas agraciada –el Hada Azul del cuento-  es un ministra ajada e impresentable.

 

En definitiva, es desalentador ver renacido el teatro de polichinelas en el que se ha convertido nuestro cotarro, con sus Geppetos, sus Pepitos Grillos, sus Hadas Azules y, sobre todo, sus Pinochos, muchos Pinochos de nariz larga y puntiaguda.

¡¡¡Viva la trasparencia y reluzca la verdad!!!