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Escrito por Salvador   
Lunes, 22 de Julio de 2013 00:00

NOTA.- ESTE ARTICULO SALIÓ PUBLICADO EL DIA 22 DE JULIO EN IDEAL.

Con este título, pudimos ver una serie policiaca de gran aceptación en la que la guapa protagonista investigaba casos de años anteriores, en momentos que aparecían nuevas pruebas o testigos que podían ayudar a dilucidar los casos que otros policías no pudieron concluir. En nuestro caso, la verdad es que no hay una atractiva detective, pero es lo cierto que el tema, lejos de estar cerrado –pese a la gráfica decisión de nuestro Alcalde de entregar la llave del tranvía a la Junta de Andalucía- se nos presenta en toda su crudeza, con sus aristas más pronunciadas que nunca.

 

 

Y aunque, para evitar suspicacias personales, no es de mi preferencia interesarme por asuntos locales, en alguna ocasión me he ocupado de la problemática de nuestra ciudad, por ejemplo en lo referente a la Catedral, los Puentes o la Carrera. Incluso, ya me referí al tema del tranvía en agosto de 2009. En aquel entonces, terminaba mi artículo – ¡iluso de mí!- diciendo: “Aunque se trate de un tranvía no deseado y su destino no sea el Baden de los Bosques de Viena, bienvenido sea el suave bamboleo  y el placer de flotar en  el tranvía que nos ha de llegar”.

Cuatro años después, seguimos enzarzados en las discusiones de entonces, con la agravante que le ha añadido el transcurso del tiempo. Soterradas las críticas de aquel entonces (el difícil ensamblaje entre los distintos y coincidentes medios de transportes, la negativa incidencia en el tráfico urbano, su trazado insuficiente, entre otras), no aflora con la suficiente pujanza el lado positivo de su implantación (mejora de la calidad de vida de la Ciudad, reforzamiento de la accesibilidad a determinado puntos básicos y su interconexión, rediseño de  la jardinería que acompañó a la infraestructura,  mobiliario urbano adaptado a las nuevas necesidades y otras mejoras. El problema –conocida como conocemos la idiosincrasia de nuestro quehacer político- se agravó desde el momento en que cambió el signo del gobierno municipal, posteriormente corroborado a nivel nacional.

Ya sabemos lo que hizo el partido socialista, al ganar las anteriores elecciones, con el Polideportivo de la Salobreja que había sido reformado por  el partido popular y no se podía esperar menos con el flamante tranvía pendiente de inauguración. Bueno, no se podía, no: mejor sería decir que no se debía esperar esta actitud, pero ahí está. Llevamos tres años de dimes y diretes, de tiras y aflojas, pero con un único resultado: el tranvía sigue sin funcionar y un gasto cercano a los ciento cincuenta millones de euros (entre infraestructura, vagones, obra civil para seguridad vial, etc.) improductivos. Entonces, ¿qué es lo que pasa, quién tiene la culpa de este desaguisado? Intentaré aclararme. Si es posible

.No voy a profundizar en los argumentos en contra, desde los inicialmente esgrimidos (no hay distancias que lo recomienden, inconsistencia de los estudios de viabilidad,..) hasta los que ahora se arguyen (imposibilidad de hacer frente a los costes de reembolsos anticipados por la Junta y los gastos de mantenimiento, defectos no subsanados que impiden su puesta en servicio…). Ni en los aducidos a favor de la entrada en funcionamiento del tranvía: la conveniencia de rentabilizar una inversión de tal envergadura (la mayor parte sufragada por la Junta), el dinamismo social que se derivaría de su implantación, etc. Dejo aparte igualmente el problema sobrevenido de saber cómo haría frente el Ayuntamiento a las consecuencias del incumplimiento de sus compromisos con la Junta, ejecutora y financiadora del proyecto y obras complementarias. ¿Quién se haría responsable de estos costes?Por otro lado, no entro en temas como el del engaño masivo o sobre el capricho de traer el tranvía del anterior equipo de gobierno, tan legítimo -o no- como el del actual en impedir su funcionamiento. En la misma línea está el relacionar el tranvía con la supresión de 300  puestos de trabajo, por lo que no me detengo en esta sutil amenaza. O la última apelación a “la coherencia y la responsabilidad”.Sí que sería interesante incidir en el coste del servicio y las prioridades políticas en su implantación y mantenimiento, toda vez que los servicios públicos están llamados a ser deficitarios y sufragados mediante ingresos fiscales.

En esta tesitura, podríamos plantearnos si cerramos las instalaciones deportivas municipales, la emisora de televisión… o prescindimos de los autobuses, jardinería, alumbrado público y otros tantos servicios deficitarios. Más allá de todas estas –y otras-  consideraciones, me interesa llamar la atención sobre el carácter de permanencia de los Ayuntamientos. La esencia del ente municipal, no tiene solución de continuidad. El Ayuntamiento es el órgano de gobierno y administración del Municipio, en este caso, del de Jaén. No es un coto privado de Carmen Peñalver ni de José Enrique Fernández, ni siquiera de los partidos gobernantes. Consiguientemente, el tranvía no es una criatura del gobierno de coalición PSOE-IU y, por extensión, tampoco lo es del PP, lo que le impide castigarlo contra la pared como si de un hijo díscolo se tratara.  Amigos, esto no es un cortijo sino el lugar donde reside la voluntad de los ciudadanos y en donde debe primar el interés general, no el de los partidos.

Desde esta perspectiva, sería lógico esperar de unos gobernantes que fueron elegidos por los ciudadanos para buscar soluciones –no para crearlas, como lo es, por ejemplo, el dejar secar los jardines adosados a las vías-, se dediquen precisamente a garantizar el remedio adecuado, sin que sea de recibo sustituir el razonado discutir por las excusas partidistas. Es cierto que, en estos precisos momentos, el gobierno se ejerce por el partido popular, que lo ostenta con mayoría absoluta. Pero sería deseable que la anemia democrática y participativa que a nivel nacional ha propiciado la patente de corso o mayoría absoluta de Rajoy –de la que es exponente el ejercicio absoluto del poder con el caso Bárcenas y colaterales- no tenga su reflejo en esta parcela –que en todo caso no es de su propiedad- del partido popular de José Enrique Fernández de Moya quien enfatizó con aquel desplante: “Nunca me montaré en el tranvía”.

¿Sería mucho pedir intentar, al menos, una solución consensuada entre las Administraciones implicadas?