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Aires nuevos PDF Imprimir E-mail
Escrito por Salvador   
Lunes, 05 de Agosto de 2013 00:00

 

NOTA.- Este artículo se publicó en IDEAL el día 5 de agossto pasado y no he podido insertarlo hasta hoy, por lo que pido disculpas

Corren aires nuevos en la Iglesia Vaticana, como si una puerta se hubiese abierto y dejase pasar la frescura del amanecer. Francisco -el frescor de un hombre que huele a sencillez- parece que ha traído impulsos renovadores sorprendentes  ya que, paradójicamente, vuelven a mirar a lo primigenio, tal como si fuese necesario -como decía nuestro paisano Pedro Poveda- imitar el estilo de los primeros cristiano. Aquellos del asombro por la buena nueva y del compartir sin límites. Se ha dicho que el primer viaje del Papa a Latinoamérica busca la imagen de una Iglesia que vuelve a sus orígenes austeros.

 

 

Esta primera impresión impregna la visión de cada espacio concreto de su preocupación pastoral: la familia, las políticas al uso, la iglesia doméstica, la sociedad excluyente, los jóvenes como centro de su viaje. Voy a limitarme a plagiar sus palabras, sin más comentarios, dichas con un lenguaje sencillo, de párroco de pueblo, con suavidad y comprensión. Francisco ha hablado de los temas candentes con claridad y al mismo tiempo con profundidad y sin ambages ni circunloquios teológicos. Sus críticas han alcanzado tanto a las instituciones políticas como a las eclesiásticas, lo que, en contrapartida, implica un compromiso fuerte para la acción futura en su pontificado.

 

No ha eludido temas arriesgados como el papel de la mujer en la iglesia (“Si pierde a las mujeres, la Iglesia se expone a la esterilidad”), la actitud ante el fenómeno gay (“¿Quién soy yo para criticarlos?”), la visión ecuménica (cada creencia tiene su propia verdad y “juntas forman la figura completa de la fe”). Sorprendió al defender con nitidez el Estado laico: “La convivencia pacífica entre las diferentes religiones se ve beneficiada por la laicidad del Estado, que, sin asumir como propia ninguna posición confesional, respeta y valora la presencia del factor religioso en la sociedad”.

 

Especial atención puso ante la realidad eclesial, con una referencia explícita a la sangría de fieles: “A veces perdemos a quienes no nos entienden porque hemos olvidado la sencillez… quizás la Iglesia tenía respuestas para la infancia del hombre, pero no para su edad adulta”. “¿Qué podemos hacer?” se preguntó. Y ahí fue contundente, como cuando le dijo a los jóvenes “salgan a la calle y hagan lío. Que me perdonen los obispos y los curas, pero la Iglesia tiene que cambiar”. Y por si no les quedaba claro les volvía a repetir: "salid, poneos en marcha, sed callejeros de la fe". ¿En dónde? En todas partes, pero especialmente en "favelas,  y en las míseras villas". La Iglesia de Francisco es de todos, pero especialmente de los últimos y de las víctimas. El cambio que propone es un regreso radical a los orígenes.

 

No menos contundente fue su mensaje a los dirigentes políticos y sociales. Ha criticado la “tiranía del dinero” y la “globalización de la indiferencia” hacia los que sufren, porque sus raíces están en el Jesús que proclamó las bienaventuranzas de los pobres, de los que tienen hambre y sed de justicia, de los hacedores de paz. Es  una teología del “evangelio social” del cristianismo, no ideológico sino práctico. En su discurso en la favela, dijo: “Nadie puede permanecer indiferente ante las desigualdades que aún existen en el mundo. No es la cultura del egoísmo, del individualismo, que muchas veces regula nuestra sociedad, la que construye y lleva a un mundo más habitable, sino la cultura de la solidaridad; no ver en el otro un competidor, sino un hermano”. El Papa es partidario de "rehabilitar la política", pero siempre que sea para utilizarla no en beneficio de unos pocos, sino al servicio del bien común. Políticos con "sentido ético" y, sobre todo, con "humildad social", que vivan y pongan en práctica el "diálogo, diálogo, diálogo". Así, como el Papa lo dijo, tres veces seguidas.

 

En relación con ambas realidades, ha dicho que los jóvenes están perdiendo la fe en los políticos y en los eclesiásticos por su forma de actuar alejada del evangelio, comidos los unos por la corrupción, y los otros por los escándalos financieros y sexuales, y por su forma pomposa de vivir. “Ustedes (los jóvenes) tienen una especial sensibilidad ante la injusticia, pero a menudo se sienten defraudados por los casos de corrupción, por las personas que, en lugar de buscar el bien común, persiguen su propio interés… nunca se desanimen, no dejen que la esperanza se apague,  sino a vencerlo”.

 

Por ello, no es de extrañar la atracción que despierta en los jóvenes –verdaderos protagonistas de su viaje a la JMJ 2013- que “no sólo necesitan cosas: necesitan sobre todo que les propongamos los valores inmateriales que son el corazón espiritual de un pueblo”. Francisco lanza un fuerte mensaje contra "la cultura del descarte", que no sólo amenaza a los jóvenes —"una generación sin trabajo por la crisis mundial"— sino también a los ancianos. "Los dejamos de lado", explica el Papa,  (pero) “un pueblo no tiene futuro si no va adelante con los dos extremos: con los jóvenes porque tienen la fuerza y con los ancianos porque tienen la sabiduría de la vida".

Para él “ninguna energía es tan poderosa como la que emana del corazón de los jóvenes”. Y les pone en guardia contra la “fascinación de lo provisorio”, es decir del ansia de consumir y poseer. Les dice que ellos son la puerta por donde entra el futuro del mundo, pero les propone un futuro en el que "menos es más". Les llama a despojarse de lo provisorio y fugaz en busca de lo que permanece, de la esencia. Al mismo tiempo, reflexiona sobre el riesgo de tener una generación sin trabajo: “del trabajo viene la dignidad de la persona. En este momento, los jóvenes sufren especialmente la crisis. Debemos eliminar esta costumbre de descartar. No. Debemos ir hacia la cultura de la inclusión, del encuentro. Tenemos que hacer un esfuerzo por llevar a todos a la sociedad. Este es el sentido que yo quiero dar a este encuentro con los jóvenes".

No creo que se pueda decir más para recobrar la esperanza en el ser humano.