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De risa PDF Imprimir E-mail
Escrito por Salvador   
Lunes, 07 de Octubre de 2013 08:51

 

 

Me viene a la memoria la figura de aquellos charlatanes de los años del hambre,  embaucadores insaciables, que, desde el carromato destartalado o la vieja camioneta, nos ofrecían  su preciosa mercancía. Nos aguijoneaban, anunciándola a voces, con la bondad de su oferta: llévese no una, ni dos, ni  tres, sino cuatro mantas de matrimonio y, por el mismo precio, otras tantas cameras y, además, este tarro de elixir… Y hacía el agosto el bueno del buhonero. Lo interesante de esta historia no es la figura del chamarilero, sino la candidez de los embaucados. Y la risa tonta que te entra. Como la que nos daba, cuando  de niños nos exigían compostura en la mesa del comedor  o durante las visitas de damas encopetadas. Y los hermanos –que estábamos tentados por la risa sólo con mirarnos-  hacíamos esfuerzos denodados para no reírnos, sin conseguirlo, hasta que nos mandaban a la cocina.

En este almuerzo de todos los días, no nos faltan motivos para soltar unas risas de conejo, que te dan cuando uno se ríe sin ganas, o para esbozar una  falsa sonrisa, fingiendo agrado. A mí me pasa constantemente, por ejemplo, cuando veo los argumentarios para los voceros y tertulianos o cuando me quieren colar la pura y mentirosa propaganda en los llamados telediarios regionales de Andalucía. Es lo mismo que me da ante las notas de la agencia tributaria  sobre la posibilidad de desgravarse las donaciones ilegales y, consecuentemente, hacer desaparecer el delito fiscal. O la que me entra cuando van prescribiendo los delitos en los casos de los ERES (y los que afectan a dos hermanos de una ministra) y Bárcenas con los supuestos pagos a sus jefes –y esperen a que despierte el gigantesco Gurtell ahora en hibernación-  y, en el mejor de los casos, llegamos a  gloriarnos de poder imputar al arquitecto de las obras que el  partido se sufraga con dinero negro. Y no me digan si no mueve a risa los anuncios de  la bonanza que no termina de llegar pero que llegará o el contenido de las previsiones de los presupuestos para 2014,  que son los de la recuperación  y en los que se prevé  –errores incluidos- que la deuda pública roce el 100% del PIB. A mí me da una risa compasiva oír eso de “la recesión ha pasado, pero no la crisis”, que tanto se parece al  “los ricos se están recuperando muy bien en todo el mundo” de Paul Krugman. Para desternillarse de risa es asomarnos al Tribunal Constitucional con su Presidente, incontaminado y sentimental  pensador,  o al tribunal, no sabemos por qué no recusado,  que está juzgando al inasible Fabra, el del aeropuerto prêt-a-portèr., siempre agraciado en los sorteos de la lotería nacional. No puedo contener la risa: acaba de salir la sentencia del caso Malaya, premonición de lo que nos queda por ver en el tema de la corrupción.

Me permitirá que descanse un poco, pues la risa me produce hasta dolor de estómago, cuando es muy prolongada. Pero, volviendo a las añoranzas infantiles,  lo que a mí me pasa con esas damas no menos jactanciosas que nos visitan a diario en los medios de comunicación, es que no tiene perdón de Dios: me río, me río y no tengo fin.

Como, por ejemplo, con la señora alcaldesa de Alicante: rubia ella, elegante y dicharachera,  cuando nos dice que al practicar  el   ”pijama party” con el adjudicatario de la casi totalidad de las contrataciones estrellas del municipio, no hace sino lo que es normal  entre las gentes de su estatus social. No me digan que no es para reventar de risa; vamos,  para mondarse, incluso me permitirá que lo diga lisa y llanamente –por  ser  locuciones afines según la RAE-  para mearse de risa y, si me apuran un poco, para partirse y hasta para morirse de la  risa.

A  ella  me incitan dos de los floreros que se sientan  en  poltronas ministeriales. Uno de ellos, responde al nombre de Fátima Báñez,  hierática y bien aleccionada. Lo curioso es que ella misma es pura  risa sardónica,  por como contrae los músculos de su cara cuando nos quiere explicar lo inexplicable, con esas suaves convulsiones de las que resulta un gesto como cuando uno se ríe. Habría que preguntarse por qué nos cuenta la milonga de la revalorización de las pensiones, cuando bajarán una media de 1.500 euros y tendrá que explicarnos cómo llegaremos a la recuperación bajando pensiones y sueldos.

El otro florero, cuya leve  risa es un monumento a la afectación porque no nace de alegría interior, es la misteriosa Ana Mato. Siempre desmemoriada  y poseedora de Dios sabe que secretos de partido, nos ha regalado esta semana la publicación en el BOE del nuevo copago de  medicamentos  que solo se dispensan a pacientes no hospitalizados en los servicios de farmacia de los hospitales, que supone, sin duda alguna, una agresión más del Ministerio de Sanidad a los más pobres y más enfermos. Pero la inefable Mato nos dice que no pasa nada, no hay nada nuevo.  Nos es un nuevo copago, insiste, y le da la risa boba pensando, con seguridad, en lo que se va ahorrar evitando los abusos y trampas de los enfermos de cáncer y  de otros males crónicos. Mientras, entre risotadas,  termina de cambiar el modelo sanitario –finalidad última de su nunca bien ponderada promesa electoral- me pregunto para cuándo dejan el copago por utilización del quirófano y otras salas de operaciones

Ante estos males de la desprotección, unidos a los riesgos evidentes derivados del paro que no cesa y del abandono de las prestaciones asistenciales, no puedo menos que exclamar “¡qué vergüenza!” como acaba de gritar el Papa Francisco en Lampedusa. Y, no sólo  ante lo que ha denominado la "globalización de la indiferencia",  que hace que el hombre no se sienta responsable de las muertes de los inmigrantes indocumentados, sino  ante dos de los mayores males de este mundo: el desempleo juvenil y la soledad de los ancianos que son, precisamente, los más afectados por las medidas de referencia. “No es sólo la antigua necesidad de atención y compañía, sino el que los jóvenes necesitan trabajo y esperanza, pero no tienen ni lo uno ni lo otro, y lo peor es que ni siquiera miran por ellos y están siendo aplastados por el presente”.  Pregunta Francisco al periodista Scalfari: “¿se puede vivir cuando usted está siendo aplastado por el presente? Sin una memoria del pasado y sin la voluntad de avanzar hacia el futuro para construir algo, un futuro, una familia ¿se puede seguir así?”. Lo que el Papa está describiendo aquí es un terrible aislamiento casi deshumanizante. . Y sí, él tiene razón: estos son algunos de nuestros grandes males. A cierto nivel, la cosificación de los seres humanos es la raíz de todo mal.

Ante este bosque de risas sangrantes, ¿seremos capaces de hacernos las mismas preguntas?