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El pastorcillo, el lobbo y los corderos PDF Imprimir E-mail
Escrito por Salvador   
Lunes, 14 de Octubre de 2013 00:00

 

 

A todos los niños les encantan los cuentos, esos relatos deliciosos sobre algo imaginario o inventado que, recibidos bien de palabra o por  escrito,  despiertan la curiosidad y dan alas a la fantasía. A los mayores, es más arduo entretener nos con cuentos, sobre todo si son cuentos de chinos o difíciles de explicar, por estar enredadas las noticias con otras más o menos escabrosas. Máxime sin son verdaderos cuentos de viejas, relación claramente falsa o fabulosa, o de aquellos de los que se dice que son de nunca acabar por tratarse de argumentos que se dilatan o embrollan de modo que nunca se les ve el fin.  Frente a ello, quizá  sería  preferible omitir los rodeos e ir a lo sustancial de los relatos, sin adornar exageradamente lo que se hace o se dice.

A  veces –y con mayor frecuencia de la deseable-  se falsea la realidad y se exagera lo que le afecta particularmente. Es lo que vemos de continuo en la clase política, de la que puede predicarse, sin temor a equivocarse,  que tiene más cuentos que Calleja.  Incluso,  se la  puede tachar sin ambages de embustera y de vivir permanentemente del cuento. Tanto es así que llegamos a pensar que “no queremos cuentos con serranos”, locución coloquial que la RAE nos aclara que es tanto como no querer ponerse en ocasión de reñir con gentes de malas cualidades. Sin ponernos tan graves, podríamos decir benévolamente que no queremos enfrentarnos al pastorcillo mentiroso, el de la fábula de Esopo, de quien Platón decía que Sócrates se sabía de memoria sus apólogos. De veras que pienso muchas veces que a nuestros políticos les divierte con asustar a los ciudadanos contándoles mentiras. Pero,  lo peor  es que es muy posible que les pase lo que al pastorcillo de la fábula: que nadie le haga caso y se encuentren con el rebaño diezmado.

Me hacía estas reflexiones, a propósito de la incoherente –a mi juicio-  respuesta del Presidente del Gobierno, en la última sesión de control, a preguntas del líder de la oposición, que le había exigido la devolución del derecho a la asistencia sanitaria a los inmigrantes irregulares y  el retiro del copago de los fármacos hospitalarios,  medidas que calificó como “dos chapuzas crueles, una mezcla de insensibilidad y torpeza”.  En un alarde de equilibrio parlamentario, el Sr. Rajoy, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, hizo patente, en una de sus declaraciones más faltas de lógica, que España va a mejor aunque su política no de resultados milagrosos, ya que -¡cómo no!- se encamina a lograr el crecimiento y la creación de empleo. Después de reseñar los innumerables logros de su Gobierno  (frente a los graves desequilibrios que ocasionó el  del PSOE), insistió en la salida de la recesión y en el bienestar futuro. Por si no fuera bastante, se fue a Japón y  soltó esta boutade:   “Hoy se habla de cuán grande va a ser la recuperación”. Por si no hubieran quedado debidamente impresionados los empresarios japoneses, les narra un cuento chino –mejor dicho, japonés- animándoles a  invertir en España, donde los salarios, después de la estupenda reforma laboral, habían bajado y seguirían bajando.

No sé si los japoneses vendrán en manadas, pero los corderos españoles estamos calladitos en el rebaño, implorando a la Virgen de la Cabeza para que nos deje como estamos, pues ya tenemos bastante con saber –como acaba de  revelar Cáritas- que la pobreza severa (con menos de 307 € al mes) alcanza ya a tres millones de personas, el doble de los que estaban en esta situación antes de la crisis, mientras asistimos al aumento de la cronicidad de los parados de larga duración, especialmente el grupo de mayores de 50 años  y  que una de cada tres personas atendidas en Cáritas lleva más de tres años demandando ayuda. Esta situación afecta también a las relaciones sociales y al horizonte vital de las personas. Menos mal que el aflautado Hamelín que guía las finanzas patrias nos dice, frente a las estadísticas oficiales,   que los salarios no están bajando porque en España hay un incremento contenido, algo que entra en el ámbito de las frases “diferidas” con las que pretenden engañarnos a diario. Y, también, demos gracias a quien corresponda porque ya hemos desenmascarado a los quinientos mil parados que están cobrando fraudulentamente prestaciones. Cuando se termine de atrapar a esta clase maldita, que es el origen de todos nuestros males,  habremos sacado a flote a nuestra economía… con sus desamparados  empresarios a la cabeza. ¡Son las ventajas de nuestros liberal capitalismo!

Bueno, voy a desistir del empeño, porque veo que me estoy contagiando con un cuento más de  viejas demagogas. Así es que, les dejo con el lobo evanescente que nos pintó Esopo que, en estos tiempos nuestros, no es otro que ese invento continuo de promesas incumplidas que no llegan a venir y se traduce en la realidad que nos devora implacable. Les recomiendo que no hagan mucho aprecio de las vociferantes  ofertas de felicidad futura –cada vez más halagüeñas, conforme se acerquen las elecciones- que nos hace de continuo nuestro pastorcillo mayor y su cohorte de portavoces, adláteres y voceros del común, con sus embrollos y mentiras, con sus mayorías abusivas y sus soflamas patrioteras. No en vano la moraleja de la fabula del pastor y el lobo es que al mentiroso no le cree nadie ni cuando dice la verdad

Y termino, invitándoles a que no se dejen domeñar, a que se rebelen a seguir en el rebaño de los conformistas que desemboca en este estado de ánimo social, impregnado de indecisión y apatía total. Por supuesto, les animo a no creerse ni la mitad de la mitad ni a dejarse mentir por la mitad de la barba, como reza el dicho. Dejemos de formar parte del hato de esa mayoría silenciosa (de la que se han apropiado los embaucadores) y no nos dejemos guiar al rebaño de los ingenuos. Retardemos en lo posible el momento del degüello intelectual y moral, ya que el político está consumado.