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De buena tinta PDF Imprimir E-mail
Escrito por Salvador   
Lunes, 11 de Noviembre de 2013 00:10

 

 

 

Cuando algún periodista quiere dar mayor credibilidad a la noticia o información, nos apostilla que se la han transmitido de buena tinta. Como dice el DRAE con esta expresión se quiere indicar que una persona ha sido informada de algo por una fuente segura y que merece confianza y crédito. Sin embargo, no podemos fiarnos en demasía porque como dice el adagio  "a quien quiera saber, poquito y del revés" y, en todo caso, la información que se nos da suele fluir, en más ocasiones de las deseadas, de forma adulterada.

Es así como la pléyade de políticos –para concretar y no generalizar: de malos políticos- nos asaetean a diario con noticias y augurios de buenas venturas sin fin, con la  intención insana de que los creamos a pie juntillas. Claro es que el personal ya no entra al trapo tan ingenuamente pues le consta que de casi ninguna fuente brota la información de forma cristalina y pura. Nos ocurre, a veces, que intentan encandilarnos con ventajas como la de que el contrato con despido gratis el primer año -figura creada en la reforma laboral-  se va a extender también para los empleados a jornada parcial, como si ello fuese la panacea para la creación de empleo. O intentan transmitir la idea optimista de que el problema de los etarras excarcelados se va a arreglar, toda vez que la fiscalía idea una fórmula para dilatar la aplicación del ‘fallo Parot, solución que la Audiencia rechaza sin esperar al Supremo, con lo que no sabes a qué carta quedarte pero nos tranquilizamos con el nuevo parche de árnica. En fin, la pomposa nos dice que las pensiones recobraran su valor… cuando la prosperidad haya llegado (¡faltaría menos!)

Otra vertiente desquiciada del uso de fuentes de buena tinta, es el achacar a ellas el simple rumor, el bulo o, con aviesas intenciones, la calumnia pura y llana, en cuyo caso estamos ante acontecimientos expuestos a media tinta. Incluso, a veces se trata de juicios vagos y ambiguos que, formulados con afectada ingenuidad, en el fondo son como la tinta del calamar,  sustancia espesa y oscura que se arroja por  si  “algo queda”.  Estamos hartos de ver y oír embrollos como el último, protagonizado por el rompedor Wert, en torno a las becas Erasmus,  diciéndonos con descaro que rectificaba por propia iniciativa, sin que n os explique esa patética aversión a dimitir, cuando se ha escenificado incluso el rechazo de Rajoy y la propia  Comisión Europea tira de las orejas al Gobierno por su intento de dañar  las “expectativas legítimas” de los estudiantes. Desde otra perspectiva, no me cabe en la cabeza que haya alguien que se crea que el gerente del PP de Castilla-La Mancha fue obligado por Bárcenas a firmar el recibí de la mordida electoral; ni quela respuesta de Guindos al pulso que le ha echado la Banca para la elección de su nuevo Presidente no se trate de un veto,  cuando incluso ha llevado al Gobierno a cambiar la  ley para frenar el nombramiento del Roldán (y no nos metemos en las seudo razones esgrimidas por quien era directivo principal del banco de inversión Lehman Brothers en España).

Para evitar esta desinformación, por mi parte la buena tinta la busco fuera de los cauces habituales. Sin ir más lejos, la escudriño en la barra de los bares donde me desayuno a diario o en el autobús que ahora utilizo con más frecuencia de lo normal. En ambas arenas, los lidiadores ya no tienen reparo en manifestar sin tapujos la opinión que les merece esta encerrona que estamos padeciendo. Es una pena, pero es obligado oír decir despectivamente –a veces a voz en grito para que todos lo oigan- el lema del 15-M: “PSOE y PP, la misma mierda es". Dos contertulios ironizaban sobre la presencia destacada del ex secretario general de CCOO, Fidalgo, en la presentación del nuevo libro de Aznar, la ausencia de la cúpula del PP y las advertencias del “jefe”: ellos "sabrán por qué estuvieron ausentes", a los que amenaza con  “tomar nota” de la ausencia. Más de una vez  he escuchado que al  kamikaze al que el Supremo anuló el polémico indulto,  le había llevado el asunto un abogado del mismo bufete donde trabaja el hijo del Ruiz Gallardón.

Al margen de este tipo de conversaciones indignadas, quisiera llamar la atención, por ejemplo, del fulminante  cierre de la RTVV decretado por el Sr. Fabra, a la vista del elevado endeudamiento (1.126 millones) y la exagerada dotación (1.620 empleados) y de los peligros que se corren con el clientelismo que parece ser moneda corriente de las televisiones públicas. En este caso, ello se ha debido, no sólo a la mala gestión de los sucesivos dirigentes del P P de Valencia (Zaplana y  Camps), sino a las últimas decisiones al tramitar el ERE sobre el millar de despedidos  que ahora ha anulado el TS y cuyo cumplimiento hubiera supuesto un sobrecoste difícil de soportar. No quiero dejarme en el tintero la increíble y cristianísima orden de reponer,  en la ya de por sí vergonzosa valla de Melilla, las famosas cuchillas disuasorias –y realmente criminales- que hubo de retirarse por la reprobación europea, cuyo Consejo ha vuelto a criticar su reposición. ¿En qué país vivimos?

Por ello, y con esto termino, no llego a comprender cómo el partido del Gobierno sube en intención de voto, según la última encuesta del CIS,  cuando consta que la gestión de Rajoy en el gobierno y Rubalcaba en la oposición es mala o muy mala  y que un alto porcentaje de encuestados –cercano al 87%- no confía en uno ni en otro. Quizá la explicación pueda buscarse en que el paro y los problemas económicos se mantienen a la cabeza de las preocupaciones ciudadanas.

Esto sí que se sabe de buena tinta, pues no hay nada más vivo para captar la realidad que el pueblo llano, fuente fidedigna de noticias. Aunque sea a pie de barra, de bar o de bus.