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La quimera de la Nación PDF Imprimir E-mail
Escrito por Salvador   
Lunes, 03 de Marzo de 2014 00:04

 

 

Como es sabido, quimera –aparte de pendencia, riña o contienda- es aquello que se propone a la imaginación como posible o verdadero, no siéndolo. Es lo que, a mi juicio, sucede con el anual Debate de la Nación, al que –por lo que hemos visto en el último show- también se puede aplicar la segunda acepción del DRAE: Monstruo imaginario que, según la fábula, vomitaba llamas y tenía cabeza de león, vientre de cabra y cola de dragón.

Pues, bien, en el nunca bien ponderado y recién celebrado Debate, ha sucedido lo previsible y esperado por el personal expectante –que dicho sea de paso, ha sido escaso-: como es de cajón,  todos hemos ganado, todos hemos resultado vencedores ante la opinión pública…. Aparte la prensa adicta –para quien la victoria de Rajoy ha sido aplastante- el resultado de las encuestas es de empate técnico: algunos muestran la mayor sensibilidad con los problemas de los españoles por parte de Rubalcaba, mientras otras encuestas dan por vencedor a Rajoy, por escaso margen pero con el entusiasmo de sus seguidores, como no podía ser de otra forma.

 

Por lo que nos ha dicho, parece ser que Rajoy se creyó ganador y alardeó de ello en los pasillos, arropado por su cohorte de seguidores, como buen corifeo –en realidad, feo de Pontevedra-, olvidando que las previsiones económicas en esos exactos momentos eran matizadas desde Europa y por las propias cifras oficiales que hablaban de crecimiento estancado. Pero es que están tan acostumbrados a tener razón que el finado Fernández, en los pasillos del hemiciclo, decía a propósito de las advertencias de Bruselas por las circunstancias de la muerte de quince emigrantes, que España no tenía que recibir lecciones, aunque la propia Defensora del Pueblo resaltaba la falta de prudencia en la actuación. Y, a renglón seguido, cuando todavía no se habían apagados las luces del aplastante dialogo con las otras fuerzas –me refiero, por supuesto, al rechazo de todas las propuestas presentadas, salvo las acordes con el ideario mayoritario- el ínclito Sr. Montoro nos aclaraba que el Tribunal de la Comunidad Europea no había desautorizado al Gobierno en la sentencia sobre el céntimo sanitario de las gasolinas, sino que el varapalo era para la Comunidad Europea que había autorizado el impuesto. Pues, bien, que sigan así y verán como la Marca España sube y sube como la espuma…

 

Intentando completar el bonito cuadro, he de aclarar que, como es evidente, no todos hemos ganado: solo Rajoy y Rubalcaba, al gusto. El resto de representantes de las distintas opciones, ni tan siquiera han sido objeto de escrutinio en las encuestas. ¿Saben qué respaldo del personal obtiene en ellas Rosa Díaz? ¿O cuantos partidarios  tiene Cayo Lara? Es posible que en el Congreso -respetable Asamblea, llamada legislativa, en donde se decide, con permiso de la autoridad europea, el destino de las españas- estos próceres habrán podido hacer sus alegaciones que, aparte de que no han sido atendidas,  han tenido escasa repercusión mediática. Pero lo que es una epopeya, es intentar buscar una referencia a lo que dijo –y su efectiva repercusión- la pléyade de señores representativos del llamado Grupo Mixto, si es que les suena alguno de sus miembros.

 

Pese a todo, al terminar la exposición de su estado de la nación, el Sr. Rajoy nos dijo en los pasillos y muy ufano que “estoy muy animado de cara al futuro”. Es lo suyo: el futuro. El paro juvenil –y no digamos el de mayores de 45 años, de difícil recolocación- son un bonito pretexto para una expresión plañidera,  pero lo interesante es constatar que estamos a punto de salir de la recesión y los parámetros macroeconómicos nos ofrecen un futuro esplendoroso. Entre paréntesis, me acuerdo del argumento de la movilidad juvenil –al extranjero- como panacea a todos los problemas de la juventud; pero pienso en la contradicción con las medidas xenófobas que predicamos para erradicar la inmigración, a pesar de que nos consta que ésta es imprescindible para sostener el sistema de bienestar. Pero no debemos olvidar que somos gente de futuro: conservadora, sosegada, gente normal, de orden y de familia, pero que odia –y no se recata en decirlo-  al extranjero, ya sea musulmán, judío o gitano.

 

Retomando el tema de la fe en el futuro, quisiera poner de relieve varios ejemplos de esta sensata postura. Así, y en el contexto general de la voluntad de consenso por encima de mayorías, resulta esclarecedor saber que –en el tema básico del soberanismo catalán- Rajoy rechaza dialogar con el pretexto de hacerlo bajo amenaza de la consulta, así como descarta la posibilidad de una reforma constitucional por la incertidumbre sobre el final de esa reforma. A partir de estos postulados, no es de extrañar que este debate haya sido aquel en que menos acuerdos ha concitado en las resoluciones finales: sólo 22 de las 105. presentadas, han sido aceptadas por la mayoría dominante; como es lógico, las que coincidían con las posturas conservadoras liberales. Lo urgente es esperar, porque Rajoy, a juicio de Rosa Díaz, es un tibio. O un triunfalista y autocomplaciente, alejado de la realidad, como ha sido tachado por otros.

 

Y, como colofón a este estado o quimera de la Nación, hemos visto cómo, en trámite parlamentario de urgencia, el PP aprueba en solitario la derogación de la justicia universal. No conformes con llevar toda la razón en temas tan singulares como el independentismo, la reforma laboral, los facilotes recortes, la regulación del sector bancario, las privatizaciones, el aborto o la inmigración, colmamos nuestros deseos de libertad, concediéndola a los delincuentes de lesa humanidad, como los genocidas del Tibet, los asesinos de Couso, los torturadores de Guantánamo y otros de igual ralea. Menos mal que, aunque no hemos hablado de la subida insostenible de la deuda pública y poco sobre la corrupción, nos ha dicho Rajoy que hemos luchado contra la herencia recibida, que resta mucho por hacer, que  han sido dos años muy duros, pero que hay que esperar que el año 2014 sea mejor que el 2013 y el 2015 mejor que el 2014… y todo lo que ustedes quieran, porque debemos ser hombres de futuro.

 

Hablando en serio –si lo anterior no les parece de pena- creo que el debate anual sobre el Estado de la Nación debería ser algo más reflexivo, como un punto de inflexión que sirviera de salida a los problemas reales. Escudriñar todos los escenarios en que se juega nuestro presente, aceptar los desafíos y tomar la iniciativa, involucrándose y, saliendo de nuestros egoísmos partidistas, caminar y escapar de las encrucijadas engañosas. Pero, esto,  a lo mejor, es demasiado pedir.