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Escrito por Salvador   
Domingo, 13 de Abril de 2014 23:25

 

En el Pleno dedicado al tema catalán oí al Sr. Esteban, uno de los portavoces del PNV, extender la reivindicación del derecho a decidir al País Vasco: “la euskalpatata”, en referencia a la equivalente “patata caliente” con la que los distintos gobiernos se queman desde hace años en defensa de la Constitución. Bonito pretexto –la patata- para tomar el pulso al cotarro político, que esta semana ha sido movidito, y en el que es fácil encontrar analogías entre sus personajes y personajillos y los distintos significados que la Academia da a las diversas acepciones de esta planta herbácea, tales como patatas a lo pobre, al horno,  rellenas, asadas, así como otras formas de utilización y general aceptación (patatas bravas, puré y soufflé de patatas, cero patatero, patata caliente).

Permítanme pues, adentrarme en este sembrado de tubérculos, empezando por uno de los mas lustrosos: mi entrañable Montoro, que, después de anunciarnos una novedosa medida de protección de la mujer trabajadora, se dio cuenta –o le avisaron- que se trataba de un error pues la tal medida ya había sido implantada por él mismo hacía unos cuantos años. Se excusó con un “no tengo remedio” –lo que supuso una auto inculpación de mentiroso compulsivo- adobado con esa risita nerviosa, tan suya, que me recordó un tembloroso puré de patatas, repetitivo e insulso.

 

Una patata asada, pasada de cocción, es lo que me evocó el empecinamiento del Sr. Fernández, esta vez a propósito de la manifestación de la Defensora del Pueblo, su correligionaria, Doña Soledad Becerril, a  la que le “duele enormemente la imagen desgarradora de personas subidas en una valla o en lo alto de un poste, por eso, a esas personas tenemos que tratarlas conforme a la legalidad: No hay devolución en caliente si están en territorio español y creemos que lo están".

Pues, señores, el Ministro del Interior ignora esta opinión y mantiene su chamuscada postura sobre el ejemplar trabajo de nuestra policía. Con olvido de que Cristo –a quien el Ministro apela con frecuencia-  confortaría, curaría, vendaría heridas, acompañaría... se pondría, en palabras del Papa, "al lado del que está al costado del camino".

 

Lo que huele a patata fermentada, casi en el límite de la putrefacción son las candidaturas a la las elecciones europeas del 25-M. No sé si apestan a cementerio de elefantes, pero la verdad es que si la lista del partido socialista  pasó casi inadvertida –pese a que junto a un grupo de jóvenes entre los 20 primeros puestos se incluyen a veteranos como al ex ministro José Blanco-, la que presenta el partido popular es mera reiteración de la vieja guardia que lleva años en el paraíso europeo, con sólo tres nuevas inclusiones: Pons, Valcárcel y –después de reñida competición- Arias Cañete, cuya elección por el comité correspondiente ha resultado una tardía, aunque auténtica sorpresa.

 

No les quiero privar de una verdadera delicia al paladar: el soufflé de patatas que prepara con su minuciosidad característica la Sra. Alaya. No falta ningún ingrediente: las yemas de huevo a lo griñán –con auténtica pronunciación francesa-; la nuez moscada de los guardias civiles haciendo de correos del zar, ora en el Parlamento, ora en el Supremo; el cebollino –el de siempre- y el perejil de adorno. Eso si, una vez batidas las claras a punto de nieve, se enciende el horno y se introducen todas las patatas de imputados, incluidos aforados, y a esperar que suba el soufflé. Ojo: se sirve frío, como la venganza.

 

Pero, si prefieren algo más sencillo, les ofrezco un riquísimo y suculento plato de patatas a lo pobre. Como es propio de nuestra Andalucía. Están calentitas y no sé si todavía se puede ofrecer el resultado del revoltijo que me han armado los socios del Gobierno andaluz, aunque parece ser que se ha anunciado sobre las 01.30 de la madrugada del sábado un acuerdo sobre el conflicto de la corrala La Utopía de Sevilla. Atrás han quedado las entregas –legales o ilegales-  de viviendas, los mutuos reproches, los Decretos y contradecretos, el monumental enfado de IU, los amagos de fractura en la coalición, las amenazas y otras lindezas por el estilo. En todo caso, las patatas a lo pobre, desaparecieron, entre mutuas desconfianzas.

 

Para finalizar, los dos platos fuertes de la semana: Cataluña (patata caliente) y Bárcenas (cero patatero).

 

Es sabido que el Congreso de los Diputados, ha rechazado la proposición de ley del Parlamento de Cataluña para promover una consulta independentista en esa comunidad, tras constatar la ausencia de un mínimo de consenso en buscar una salida. Los nacionalistas e independentistas empeñados en su huída a ningún sitio, el Gobierno insistiendo en la Constitución como freno y ofreciendo inconcretos diálogos y la propuesta federal de Rubalcaba a través de un proceso dialogado para cambiar la distribución de competencias. En definitiva, nadie quiere coger la patata caliente. Sólo quedan abiertas vías de incierto futuro, como la aprobación de una ley de consultas en el Parlamento de Cataluña o, la más extrema, la de la declaración unilateral de independencia. Con olvido de lo que ha recordado Duran: “no es un problema jurídico, sino político”. Es más –y aunque Rajoy acertadamente indica que la democracia debe atenerse a las normas-, no hay que olvidar que en situaciones extremas como la actual, es necesario de todo punto, tal y como señala el Tribunal Constitucional en su reciente sentencia, que haya diálogo y cooperación. No debemos considerar el resultado del debate del pasado martes como un punto final, sino que –a través precisamente del diálogo y el  consenso- debemos pensar que estamos ante un punto y seguido.

 

Por último, qué quieren que les diga del siempre atractivo affaire Bárcenas. Yo, nada, pero él se encarga de hablar por todos. En sus últimas declaraciones judiciales implica a Álvarez Cascos, como intermediario entre Naseiro y el propio Barcenas, mediante la  entrega en su presencia de las llaves de la Caja B del Partido Popular. Es más, concreta que existía esta Caja B en todas las demarcaciones regionales y en cada provincia. Puede uno dudar de la consistencia jurídico-procesal de estas afirmaciones, pero no puedo dejar de pensar, entre otras, en dos circunstancias coincidentes. Me refiero, por una parte, a la ausencia por parte del PP de la mínima explicación o desmentido (algo serio y consistente, lejos del “todo es falso, salvo…” o de las amenazas de futuras querellas que nunca llegan). Y, por otra, al silencio cómplice del resto de fuerzas políticas. Me temo que todo terminará como el rosario de la aurora: en nada. O como le gustaba decir al Presidente Aznar: cero patatero, que también es una forma libre de parodiar a nuestra amiga, la patata.