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Escrito por Salvador   
Lunes, 19 de Mayo de 2014 08:29

 

Recuerdo que, en mis años mozos, cuando era de uso común leer a los existencialistas, Albert Camus me dejó una huella de desazón ante el ser -indiferente a la realidad absurda e inabordable- convertido en "extranjero" en su propio entorno. La pasividad y el escepticismo frente a todo y todos: la denuncia de una sociedad que olvida al individuo y le priva de un sentimiento de pertenencia activa en la comunidad. Fue la suya, una obra provocadora en cuyo trasfondo aparece el rostro desgarrado de una Europa herida y violentada por dos guerras mundiales.

 

 

La realidad actual me recuerda el personaje de Camus, reflejado en tantos cadáveres arrastrados por las olas a las playas de tantas Lampedusa como forman las fronteras de una Europa enfrentada a retos, más que económicos,  democráticos y sociales. Una Europa (y una España incluida en ella) en retroceso en los ámbitos más sensibles (cultura, sanidad, dependencia…) con un aumento alarmante de la pobreza y del paro. Frente al “extranjero”,  Europa aparece como una fortaleza donde los emigrantes solo son vistos como mano de obra para nuestro beneficio, violados sistemáticamente en sus derechos humanos en las fronteras: más de 17.000 muertos en sus puertas entre 1993 y 2012, 366 de ellos en Lampedusa. Pero, esta isla no es el único lugar de la desventura. Ahí están Malta, Grecia, Croacia, Bulgaria, Rumanía, Polonia, Ceuta y Melilla (sus vallas y  concertinas, los sucesos del Tarajal, las devoluciones en caliente)… A estas tragedias, la UE y sus países miembros responden cerrando aún más sus fronteras.

 

En este contexto, estamos llamados a emitir nuestro voto para elegir el nuevo Parlamento europeo. Y, aunque seguimos creyendo en la idea europea, es evidente que a muchos no nos convence el rumbo que está tomando. Es por ello, más necesario que nunca, ir a las urnas en las elecciones del 22 al 25 de mayo, como han puesto de relieve los obispos europeos de la COMECE: “instamos a que se vote siguiendo los criterios de una conciencia informada”.

 

Para ello lo más correcto sería consultar las diversas propuestas de las formaciones políticas que concurren a los comicios. En la red se pueden encontrar con facilidad. Pero, quisiera detenerme en este tema de la inmigración. Y saber si tales programas profundizan en la solidaridad y en el respeto a la dignidad humana. “Europa es un continente en movimiento y la migración tiene impacto sobre la vida de los individuos y la sociedad. La responsabilidad de la recepción e integración de los inmigrantes y solicitantes de asilo debe ser compartida proporcionalmente por los estados miembros. Es de vital importancia que el tratamiento de los inmigrantes en cada punto de entrada de la UE sea humano, que sus derechos humanos sean respetados escrupulosamente, para asegurar su integración con éxito en la sociedad de acogida” (COMECE).

 

Aparte de consultar los programas, el jueves tuvieron lugar dos encuentros televisivos. En el cara a cara entre Cañete y Valenciano, apenas se tocó –como de paso y sin ir más allá de cuatro vaguedades- el tema de la inmigración. Supongo que ello entraría en el pacto para hacer posible el propio debate, al igual que otros dos olvidos: el problema catalán y la lacra de la corrupción que atenaza a los dos partidos.

 

Por el contrario –con sonrojo lo constato- , el debate de los seis candidatos a Presidir la Comunidad, entró,  no sólo en los entresijos de la corrupción y en la visión europea del tema, específicamente español, de la independencia de Cataluña, sino que se trató con detenimiento el problema de la inmigración. Todos los candidatos se manifestaron a favor de crear una política europea conjunta. El candidato liberal ( Verhofstad) abogaba por una política común, legal y  organizada, como en Canadá, EEUU y otros países, evitando la competencia en materia de asilo. El izquierdista Tsipras creía ilógico responder a un problema mundial, mientras la UE se involucra en operaciones bélicas como en Siria, donde se crean los focos de inmigración, sin que sea posible la represión como solución. Para la Verde Keller  era inaceptable que, cuando salen soluciones (el programa Mare Nostrum italiano), las Agencias europas se opongan con el pretexto de que se atrae a más ilegales, cuando lo esencial es darse cuenta de que los emigrantes están necesitados de protección. Por el Partido Popular europeo, Juncker, reclamaba una ley europea para reglamentar la inmigración ilegal, con compromiso para solucionar los problemas, aumentando los presupuestos de Ayuda al Desarrollo: “Hay que  ayudar a los pobres y a los que sufren allí donde estén”. A su vez,  el candidato del Partido Socialista europeo, Sulchz, se alegraba que en este momento Juncker coincidiera con lo que él ha proclamado hace tiempo y mantenía que la protección temporal de los refugiados y de los emigrantes no debe quedar en mano de los estados miembros, como sucede en la actualidad, sino que ha de ser objeto de una política común.  No es mucho (todo se despachó en menos de seis minutos), pero no rehusaron pronunciarse sobre problemática tan de nuestros días.

 

En los envíos postales de propaganda electoral, PP  e IU ni mencionan el problema de la inmigración. PSOE nos dice: “Y otros quieren que el odio vuelva a Europa y volvamos a ver  a los extranjeros como enemigos”. Por su parte, Sosa Wagner (UPD)  nos indica: “Tengo el propósito de conseguir que se atienda especialmente a las situaciones de pobreza y precariedad… en fin, una Europa que logre integrar en nuestras sociedad a los emigrantes que, procedentes de otros continentes, vienen a buscar entre nosotros trabajo y una vida digna”.

 

Para Francisco –que cree que la política, tan denigrada, es una altísima vocación, es una de las formas más preciosas de la caridad, porque busca el bien común-  se necesitan más políticos a quienes les duela de verdad la sociedad, el pueblo, la vida de los pobres. Es imperioso que los gobernantes y los poderes financieros levanten la mirada y amplíen sus perspectivas. No hablamos sólo de asegurar la comida o un decoroso sustento, sino que tengan “prosperidad sin exceptuar bien alguno” -decía Juan XXIII, Mater et Magistra en 1961-  y actualmente lo reitera Francisco: “Hay que recordar que el planeta  es de toda la humanidad y para toda la humanidad” (EG. 190)

 

Ahora, nos toca a nosotros ir a votar y decidir con nuestro voto lo que ha de ser la Europa del futuro. En este sangrante tema y en todos los demás.