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Escrito por Salvador   
Lunes, 09 de Junio de 2014 00:12

 

Sin tener que remontarme muchos años atrás, ya en el año 2010 Cospedal decía que la actuación que estaba desarrollando la Guardia Civil en la Gerencia de Urbanismo de Murcia "es una de las operaciones de distracción que, lamentablemente, tanto gustan al Gobierno (del PSOE)”. Hace poco, IU  consideraba que la Ley de Transparencia (del PP) será recordada como una "operación de distracción en medio de unos de los mayores casos de corrupción en España". La tentación es irresistible. ZP hizo, al final de su mandato, una política de derechas al dictado de Merkel pero se excusaba en las libertades sociales que había traído. Rajoy esgrime constantemente la herencia recibida y, para paliar el efecto de la subida de impuestos, promete medidas sensibles a la moral conservadora, como el aborto.

En el mismo sentido, todo el revuelo que se ha formado, a raíz de la elecciones europeas, sobre el problema Monarquía-República, podría ser una línea de distracción proyectada por el emergente Podemos para que no nos preguntemos cómo van a organizarse para cumplir el programa de máximos que airea.  Incluso, podría pensarse que todo ha sido urdido por los partidos mayoritarios para que no nos fijemos en los problemas reales que nos aquejan.

 

Por ello, les recomiendo que no caigan en la trampa y sigan sopesando –eso, sí: con moderación- las calamidades que nos acechan por culpa, por ejemplo, de la  corrupción. El Juez Ruz insiste en ver indicios de tres delitos en las obras de reforma de la sede del PP  ya que el arquitecto ocultó en cajas fuertes pagos en ‘B’, sin  que nadie tome decisiones,  salvo la de instar a la CE para que echen a Magdalena Álvarez. Ésta, por su parte, se resiste a perder sus prebendas, sin que nadie de su partido le ponga reparos. Así vamos a arreglar lo podredumbre… Ítem más, la  pobreza, que parece subir como la marea sin que la pleamar toque a su fin: la infantil que se agudiza en tiempos de verano (aunque González –aunque lo haya planteado la Defensora del Pueblo- niega que exista en la C. de Madrid y aclara que eso sólo pasa en Andalucía ¡Vaya por Dios!) y la general, que alcanza cotas alarmantes. Mientras, nos enteramos sin rubor –incluso justificándolo por razones de marketing- que nuestros internacionales, los de la roja, podrán cobrar una prima estratosférica. Incluso, podrían preguntarse por el auge de los nacionalismos…

 

Sin embargo, yo no me voy a entretener en esas y otras cuestiones áridas y me voy a entretener con el nuevo Pablo Iglesias y sus propuestas republicanas. A pesar de que, según recoge el barómetro del CIS, entre los problemas que afectan a los españoles, la Monarquía apenas preocupa al 0,2 por ciento de la población.

 

Pero, es que no lo puedo remediar: me produce una particular curiosidad, posiblemente insana, el nuevo fenómeno -quizá mediático, pero, de seguro, político- de la irrupción de “Podemos”, una versión casera del ya viejo “Yes We Can”, sí se puede,  de  Obama en el 2008. Seguro que eso deben pensar sus votantes, pues es lógico que tengan fe en una opción que desconoce todavía su organización futura y que, si bien se mira, no ha explicado con los pies en el suelo como solucionar los problemas que denuncian. Lo doloroso en política es tener que decidir entre lo que es racional y lo que es una utopía, Por ello, bien pudiera ser otra táctica de diversión esta de la indefinición del futuro. Pensando, posiblemente, en que sus votantes no tienen muchas urgencias en concretar acciones, precisamente por estar insatisfechos y necesitados de que esto cambie sí o sí, sin profundizar en las soluciones que siempre se les han prometido y se han quedado incumplidas. El elector normalmente no es racional, porque la política tiene mucho de sentimiento, de pasión, algo así como el amor. La gente es más emotiva que razonable y parece que le gusta que le digan lo que desea obtener, aunque sepa que no va a traducirse en realidad.

 

En todo caso, Pablo Iglesias es un líder que, con ese aspecto desganado e indolente que nos ofrece, es digno de asombro. Me encanta su marcial entrada en escena, con su leve contoneo. Y es admirable su dialéctica en las tertulias televisivas, donde su presencia es permanente. Esto –he de decirlo con pesar- produce cierto hartazgo, pues me da sensación de papanatismo, como si fuera el único político digno de atención en estos días; tanto es el interés mediático que despierta que he visto, incluso, a su señor padre –como no podía ser de otra forma, un hombre de IU, fundador y militante de base- que se deshace en elogios hacia al hijo que “quiere cambiar al mundo”. Mientras, el susodicho –del que, para nuestro embeleso, se nos recalcó que fue monaguillo- nos cuenta el viaje austero que piensa hacer para tomar posesión en Bruselas, reitera lo de los tres salario mínimos que piensa cobrar y asevera con toda seriedad que la CE de 1978 fue una estafa, por lo que hay que ir a un nuevo periodo constituyente.

 

Y entro en el leitmotiv de este divertimento. ¿Hemos  aprovechado el descenso de PP y PSOE para hablar de recurrente tema Monarquía-República? ¿O es que es ocasión para que los partidos emergentes se hagan notar? También  podríamos preguntarnos porque no está el centro de la discusión en los problemas reales, que están en la mente de todos y nos fijamos en la bandera tricolor y en hacer a Julio Anguita Presidente ejemplar de tercera republica, como he oído. Con la sorpresiva abdicación de Juan Carlos I, es inevitable el debate y es legítimo que se lo planteen los que son republicanos de siempre, incluso los que han aceptado la Monarquía, aunque algunos “tengan alma republicana” y otros ni se acuerden de la consecuente actitud de Carrillo. Pero me parece que es asimismo legítimo dudar de las razones que se esgrimen. Sin ánimo de entrar en discusión, me limito a exponer algunos de los argumentos de los partidarios de la República.

 

No aceptamos la Monarquía constitucional porque no hemos votado esta CE y lo que vale es lo que decidan los ciudadanos, aunque no se especifica si son los actuales o los que han de venir. En todo caso, hay que abrir un nuevo tiempo, hay que dar un bandazo necesario, hay que ir al referéndum para pedir el parecer al ciudadano, incluso hay que hacer la revolución (IU) porque Felipe VI no tiene legitimidad, lo que nos llevaría a plantear una reforma constitucional cada cambio de monarca. El Rey ha abdicado para mantener el “negocio familiar”, dice Homs, portavoz de CIU, partido que debe saber de esta clase de oficios. A todo esto, me parece que la importancia de este tema no se planteó por nadie con anterioridad a las elecciones.

 

Me hubiera gustado que el tema hubiese sido tratado en profundidad. Quizá hemos perdido la oportunidad para alcanzar la democracia y la libertad, de las que –al parecer- carecemos. Me he distraído un montón garabateando estas líneas. Ustedes perdonen.