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Habladurías PDF Imprimir E-mail
Escrito por Salvador   
Lunes, 22 de Septiembre de 2014 07:38

 

 

Me sobrecogió en extremo la nota de prensa -o lo que sea- que dieron los partidos mayoritarios sobre la reunión mantenida en La Moncloa con objeto de fijar un calendario para intentar unificar criterios sobre los temas de importancia que nos conciernen. Y, es de suponer, que a ellos también. Es un fenómeno revelador de que algo va a suceder: el Gobierno y el PSOE han llegado a un principio de acuerdo para empezar a negociar las medidas de regeneración democrática. ¡Después de tres años anunciándolas!

Ha sido una sorpresa –o, quizás, no- cómo han dejado a un lado el polémico punto de la forma de elegir a los alcaldes. El que ambos partidos entiendan que esta cuestión es de tal envergadura e incidencia que merece un estudio especifico y sosegado, no es de extrañar. No es para menos. Pero, me sospecho que lo que se pretende es, sencillamente, tener entretenido al personal, a sabiendas de que, al final y de todas todas, el PP se llevará el gato al agua y cambiará el sistema electoral que, coyunturalmente, le favorece para intentar conservar las alcaldías, mientras los socialistas se lavarán las manos, a lo Pilatos, escenificando su oposición.

 

Ha llegado el momento de imponer el ideario de la derecha más dura y no van a desaprovechar lo ocasión: empezó esta legislatura con el desmantelamiento del estado social que parecía consolidado y el objetivo es terminar la segunda legislatura “rajoyniana”  dando la vuelta total al sistema y consiguiendo la privatización integral de los servicios públicos. Toda la sociedad debe quedar impregnada del dorado resplandor del capital. Pura doctrina social de la… derecha.

Claro es, con el beneplácito de la izquierda moderada de nuestro país: ya empezó el Sr. Zapatero con modificar de tapadillo y a toda prisa (¡qué fácil es, a veces, llegar a acuerdos con la disciplinada connivencia de los grupos parlamentarios!) la Constitución con aquello de poner el déficit en el frontispicio de nuestro horizonte económico. Y estamos a punto de montarnos en el caballo de los señores  Hollande (con Valls, el oriundo, que insiste en drásticas medidas para salvar a la economía) y Junkert (el recién estrenado factótum con ideas rancias), jinetes de lujo en la cuadra de la Sra. Merkel.

 

De todas formas, no es esto lo que más me preocupa. Lo verdaderamente alarmante es que, en el paquete de las próximas habladurías queden incluidas las medidas que afectan a la corrupción política, que es la segunda de las preocupaciones de la ciudadanía. Dejando aparte, claro está, el paro que no hay quien lo embride. De modo y manera que, de forma tan “oportuna” e impertinente, se incluye en el dichoso paquete (¿saben ustedes qué es un paquete?) las posibles medidas contra la corrupción y el control de la actividad política e institucional. Como si tal cosa, como si fuese un asunto del montón, una cuestión más a consensuar con  gran flexibilidad, nuestros grandes capitostes van a adoptar  las medidas necesarias contra la pudrición rampante. Hablemos -se dan dicho pícaramente los contertulios- largo y tendido del tema que nos tiene a todos cogidos por los “mismísimos”, que ya encontraremos la solución adecuada. Mientras tanto -en un “clima de diálogo” y con "voluntad de acuerdo"-, sigamos haciendo protestas regeneracionistas, continuemos echando la culpa al otro, aireando el “y tú más”, excusándonos con aquello de la paja y la viga… todo lo que sea necesario. Justo y necesario, por utilizar una frase con olor misacantano, de las que le gustan al supremo componedor. Si, todo lo justo y necesarios para que nuestros correligionarios implicados (ya lo sean en calidad de investigados, testigos, imputados, procesados, condenados, pendientes de indultos o lo que venga a bien) sigan en el machito. Ya llegará la declaración de inocencia, ya habrá tiempo de aplicarles la doctrina Botín u otra ad hoc, ya les llegará la prescripción o, en último extremo, el indulto. Habrá tiempo para todo… menos para mandarlos a donde debieran estar años ha: lejos de la faz política. En este caso, posiblemente, no quedarían políticos de los de peso para contar con los dedos de las manos…

 

La gente está hasta la coronilla de tanto maleante. El sistema está sometido a cuestión. Y la llamada clase política teme afrontar la realidad. Pero, amigos, en el entretanto, sigamos discutiendo de este asunto tan escatológico. No lo separemos del apestoso paquete (miren, por favor, la acepción 7 del DRAE). Dejémosle silente en el bloque de la mentira podrida, que no hay prisa en meneadla…