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La ciénaga PDF Imprimir E-mail
Escrito por Salvador   
Lunes, 24 de Noviembre de 2014 00:07

LA CIÉNAGA

 

Las personas que, como un servidor de ustedes, han entrado en edad provecta, cada vez se acuerdan con más  nitidez de sucesos acaecidos en su niñez. Personalmente, rememoro sueños de aquellos tiempos como el de ir subido en una bicicleta y volar por los aires –al estilo de Mary Poppins- con el temor de aterrizar inopinadamente  y romperte la crisma. O aquel otro, también obsesivo, de andar por el bosque y, de repente, caer en la ciénaga pantanosa, donde, a cada paso, te hundías más y más, sin que acabara nunca aquella tortura ni la angustia por despertar.

Una especie de estos sueños me parece estar padeciendo en estos momentos.  Y me veo avanzando sobre el pantano que se va tragando lo mejor de todas las instituciones de este país. Entre ellas,  la Iglesia católica, que me es muy querida porque formo parte de ella como miembro de a pie, como peregrino. Parece que no basta, ante los escándalos de pederastia, el mandato de 'tolerancia cero' de Benedicto XVI, ni el impulso para erradicarla de Francisco, que exige evitar todo resquicio de disculpa o encubrimiento. Este es un paso que particularmente me dolería se empantanase. Pero, si observamos lo que nos ha traído esta semana, me temo que no hay quien pise en tierra firme en nuestras instituciones, ya se trate del legislativo, ejecutivo o judicial, ya del ejército o de esa extensa y difusa fauna política que nos maneja. Los antihéroes que los encarnan son un inventario de desajustes morales, prisioneros de la misma podredumbre: la corrupción rampante.

 

En efecto, en ese amplio espectro de Diputados y Senadores, parlamentarios autonómicos o ediles municipales, nada mas viscoso ni pegajoso que ese subterfugio de las dietas y gastos de sus viajes, que destapó el inefable y ejemplar Monago –con su retahíla de auto bombo y conmiseración lacrimosa- y que los dos partidos mayoritarios han pretendido tapar con un pacto insuficiente y vergonzoso, digno de la opacidad más indeseable, incompatible con la transparencia que proclaman con la boca chica.

 

Del Ejecutivo, mejor sería no hablar, pero esta semana con algunas de sus decisiones han hecho crecer esa vegetación acuática, densa y enredada, que hace más dificultoso andar por las aguas estancadas. Ahí florecen las bravatas de Mas en su carrera hacia el abismo, el quietismo por respuesta de Rajoy y el anti diálogo entre ambos.

 

Ni tan siquiera los puñeteros (lo digo por los encajes o vuelillos que adornan los puños de sus       togas) representantes del Poder Judicial pueden escapar a la atracción de la ciénaga. Por lo menos, no ha sido muy edificante, que digamos, la pugna –con tintes políticos- mantenida entre los fiscales catalanes con el Fiscal Jefe. Y el papelón de éste frente al Gobierno, que se inició con el  anuncio anticipado de Sánchez Camacho, siguió con los condicionamientos de los nacionalistas y que terminó por poner en entredicho la credibilidad y el prestigio de la institución. Por encima de las dudas jurídicas sobre su viabilidad y sus posibles consecuencias, la querella finalmente presentada crea mártires en beneficio de los “maquiavelos” de pacotilla. A la par que  dificulta una solución política del problema existente, aunque se investiguen conductas individuales, presuntamente delictivas.

 

Hasta el Ejército, que parecía silencioso garante constitucional, ha dado algunos culatazos en las aguas pantanosas y, así, no sólo alza la voz ministerial en sede parlamentaria  para explicar la misión del ejercito en aguas canarias, donde una compañía petrolífera busca mejorar sus dividendos –“para que se vaya enterando”-, sino que el verbo incontinente de uno de sus Jefes nos alerta de que, cuando la metrópolis se debilita, se amortigua el poder central. Menos mal que ha tranquilizado a la oposición, al aclarar que se refería a la guerra de la Independencia contra el francés. Esto es de opereta.

 

Pero el chapoteo incesante es el de la jauría de políticos y/o sucedáneos que, en manada, se precipita en el lodazal. Estas son algunas de sus huellas:

- Aguirre decía de los corruptos que tenían que  dimitir y, si no lo hacían, había que expulsarlos, condenarlos, encarcelarlos y hacer que devuelvan lo que han robado. Claro, siempre que no se trate de su gerente, Beltrán Gutiérrez, al que se le dio de baja, junto a Rato y compañeros mártires, y al siguiente día Esperanza lo volvió a contratar. No hay problema: Cospedal pide explicaciones a la  lideresa, mientras ésta –caza talentos profesional- se inventa parodias británicas y esperpénticas para elegir alcaldes en su Comunidad.

- Gallardón tilda de “asco” la retirada de su ley sobre el aborto –cuestión de votos, más que de conciencia- y la alcaldesa de Madrid se une a la manifestación del sábado, en la que se han coreado eslóganes como "Rajoy dimisión", "Dónde están, no se ven, los barones del PP". Lo que nos faltaba.

- La coherencia se demuestra andando y Errejón –único solicitante de una beca suculenta, impregnada de favoritismo universitario- no dimite ni lo cesa Pablo Iglesias.  Ambos adalides de la pureza y martillos de los herejes de la casta, deben estar muy ocupados en formular el programa que todavía no conocen ni ellos y se escudan en el silencio y el plasma, ahora que parecen acercarse al poder real.

- Y el menudeo de todos los días: Dos ex alcaldes socialistas de Algeciras son imputados en el caso Fitonovo. Acebes mantiene descaradamente ante el Juez  que no conocía al arquitecto de la Sede de Génova que presuntamente cobró en negro del PP y se calla cuando le enseñan fotografías que lo contradicen. El presidente de la  diputación valenciana quiere abrir una nueva TV, al año del cierre de canal Nou, porque se  necesita información objetiva, justifica Fabra, el desmontador. Mientras, Castedo se burla de todos, empezando por Rajoy que no es capaz de darle de baja en el PP.

Vamos de escándalo en escándalo y cada vez que pisamos en la ciénaga nos hundimos un poco más, sin que lo que queda dicho precise de una profunda interpretación, como nos decía Freud de los sueños. Pero, la verdad es que me he metido en la charca. De todas formas, les pido disculpas porque he

utilizado la benevolencia, para no morir en el intento.