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Los pequeños Nicolases PDF Imprimir E-mail
Escrito por Salvador   
Lunes, 08 de Diciembre de 2014 00:11

 

 

Este es un país de opereta, espectáculo frívolo y de carácter supuestamente alegre que maldita la gracia que nos hace. Para ser más exacto, podría decir con A. Machado que estamos ante la España de charanga y pandereta, en manos de espíritus burlones con cara marmórea que nos muestran las carencias de la democracia española, en un contexto de crisis e indignación ante la corrupción y despilfarro sin culpables. Son como ese personaje legendario en la cultura occidental, San Nicolás (Santa Claus, Papá Noel), que por estas fechas trae regalos a los niños buenos. El mensaje que nos transmiten esos a los que podríamos denominar “pequeños nicolases” (Alba, Pantoja, Fabra, Villar…) responden al mismo perfil.  Pretenden ser el centro de atención, tener y abusar de amigos, gustar de las pompas de jabón, ser considerados imprescindibles y salvadores y, en definitiva, campar a sus anchas, en este país de bombo y platillo, que nos viene como anillo al dedo, en estos tiempos de cercana navidad.

Es interesante precisar que, por desgracia, no pueden andar solos con su egocentrismo y sus delirios de grandeza. Necesitan, siempre, de la bobalicona admiración de sus pequeños súbditos, desde el amarillismo mediático a los lame culos de toda la vida. Es la amalgama machadiana: “Será un joven lechuzo y tarambana, / un sayón con hechuras de bolero… / y al estilo de España especialista / en el vicio al alcance de la mano. / Esa España inferior que ora y bosteza, / vieja y tahúr, zaragatera y triste.” Esta España de hoy que sigue vieja, caduca y vacía. Y es que, la picaresca –un típico invento de la España del siglo del oro de las letras- ha de predicarse de todos los participantes en la comedia: los embaucadores y los mentecatos, porque la pillería es común en este país, donde la mentira y la farfolla es graciosa a los ojos de todos.

 

Entiendo,  de todas formas, que no es lo peor la actitud de los protagonistas, personajes o personajillos, que se queman en sus propias pavesas. Carece de relevancia el que la duquesa de Alba fuese poseedora por herencia de una de las mayores fortunas de nuestra España, atesorada a lo largo de seis siglos de acaparamiento de títulos y bienes; o que, desde otra perspectiva, pese a su acendrado amor por Sevilla, mantuviese su domicilio fiscal en Madrid con vista a una reducción importante de impuestos, amén de que su tardío y adorado  esposo –desposeído post mortem del titulo consorte- se haya quedado sin el nidito de amor que para ellos suponía el palacio de las Dueñas: bueno son los Alba para desprenderse del Patrimonio Nacional. No tiene mayor importancia, por ejemplo, que la señora Pantoja rociara su juntera con el subsidiado alcalde marbellí con billetes de dudosa procedencia. Seguro que tampoco merece la pena detenerse  en los pequeños tejemanejes del tal Fabra que, para inaugurar su famoso aeropuerto sin aeronaves, ha esperado once años para que le ajustaran las cuentas. En fin, nada es menos relevante que, pese a lo que hemos liado a cuenta del asesinato de un ultra a manos de otros ultras, un tal Villar –un pequeño Nicolás por omisión-, presidente perpetúo del máximo organismo futbolístico, no haya dado la cara –alabastrina- en busca de alguna solución.

Lo importante, a mi parecer, es el folklore mediático que todo lo alborota y, al tiempo, lo envuelve en un gozo vacuo y pazguato. Es la actitud necia de los espectadores-animadores del espectáculo: son los sevillanos aduladores hasta el papanatismo, los fanáticos de la tonadillera y los intentos justificativos de su conducta por parte de los medios, los recalcitrantes votantes castellonenses, los impenitentes que insisten en reelegir a quién  está cuestionado incluso por amaños en la organización del próximo mundial… Hemos alcanzado el cenit del ridículo.

Es una situación análoga a la generada por la aparición del fenómeno mediático de actualidad: el del autentico pequeño Nicolás, el friqui que coleccionaba personajes ligados al PP. Un tipo bien relacionado entre los jóvenes de FAES, empresarios y el Ayuntamiento de Madrid, que intentaba actuar de conseguidor con caradura y donaire. No me preocupa –con ser preocupante- el hecho de que un zagalón se retrate o practique el ‘selfie dropping´ con personajes de nuestra corrompida sociedad, que conjeture con manejar material sensible de la seguridad nacional o que presuma de su megalomanía implicando incluso a la Casa Real.

Lo verdaderamente risible –si no fuera una lacerante lacra de nuestra evanescente sociedad- es que llevemos días sin fin dando vuelos al imberbe mentiroso, al que nadie conocía y ahora vemos que tenía mas contactos de los debidos; que lancemos una batería sincronizada de desmentidos de altos estamentos, hasta conseguir que el CNI, a regañadientes y empujado por el mismo Gobierno, que el CNI se querelle  por injurias contra el supuesto charly, lo que nos permitirá conocer insólitamente a nuestros agentes secretos; que un tal Arturo, sempiterno número dos de la patronal, sea sorprendido mientras duerme plácidamente en el sofá de la casa de pequeño Nicolás; que, aparte de otros valedores -como el Concejal del Distrito de Chamberí, su padrino de Confirmación-  consiguiera que el Secretario de Estado de Comercio, expresamente defendido por el Ministro de Economía, recomendara por escrito al interfecto como emprendedor y un verdadero líder…

Este es el bonito caldo de cultivo en el que opera este nuevo icono de esta España de pandereta. Parece una historieta de Mortadelo y Filemón, pero es la de un memo mentiroso, estafador y embaucador que intenta –y me temo que lo consigue- involucrar a todas las instituciones, con sus mentiras y medias verdades. Todo favorecido por esta atmósfera que nos envuelve de irresponsabilidad política, falta de credibilidad, difusa corrupción y dejadez suicida y creciente.

En esto, aunque parezca imposible, nos tienen entretenidos.