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Váyanse, señores mercaderes PDF Imprimir E-mail
Escrito por Salvador   
Lunes, 09 de Febrero de 2015 00:05

 

Ni sé nada de economía, finanzas y otros condimentos de este potaje que nos quieren hacer tragar. Pero me afecta, precisamente, el tejemaneje que se traen entre manos los que dicen que han sido elegidos para velar por los intereses generales. Ya sean los de los vecinos de nuestros ocho mil pueblos o de nuestras diecisiete comunidades, como los que conciernen al común bienestar de los ámbitos nacional o supranacional –la Unión Europea-  en el que voluntariamente estamos integrados.

La realidad es que, tanto estos elegidos como los partidos que los sustentan, se enredan en confabulaciones sin fin y con el runrún de sus cuentos intentan entretenernos. Lo quieren guisar todo en sus propias cocinas, encerrados entre sus particulares murallas, sin intentar un mínimo de pedagogía. Y así les va. No hay más que observar la debacle del partido popular que sigue a lo suyo, sin afrontar problemas privativos tan reales como la corrupción o su financiación. La insensata  deriva de los socialistas, desorientados y contradictorios, sin saber aún que ofrecer y en qué lugar del espectro político. Las luchas internas entre los miembros de izquierda unida que les lleva a vislumbrar su disolución. El estancamiento de los pequeños partidos. La extraña irrupción de una plataforma/partido que, con un apoyo mediático inusual y sin tener perfilado un programa, va consolidando su presencia en las encuestas más solventes… Todos con su pizca –o su mogollón- de corrupción y con el mismo horizonte: hasta Monedero, Tania y Errejón posponen sus peripecias a lo que resulte de la investigación en curso… como si de unos sospechosos de eres o gurtell se tratara.

 

En todo caso, nada de eso me interesa. Es un carnaval grotesco del que hay que zafarse, dejar de prestar oídos a los novísimos y grandes oráculos de delfos, con sus enredos de pacotilla. Lo que me preocupa es algo que está en la centralidad de nuestros problemas. No me refiero, por supuesto, al entorno cercano, porque los pensionistas, mal que bien, tenemos solucionado nuestro problema. Pero sí al entorno en que vivimos usted, yo y… el guardia. La cuestión está en la pervivencia o en el desmantelamiento de esta estructura que nos cerca,  que para unos es la solución ideal y para otros el infierno interminable.

 

Tras el resultado de las elecciones griegas, con el triunfo de un partido denominado de izquierda radical, Tsipras, primer ministro griego (“Queremos corregir el marco de la UE, no destruirlo”) y su ministro de Finanzas, el mediático Varufakis, recorren los principales países de la UE (con excepciones como  la de España, que reclama se aclare quién controlará a Grecia) explicando sus proyectos y recabando y obteniendo apoyos de Paris, Roma y Bruselas  -donde Juncker subraya que tiene “desde hace tiempo” la idea de acabar con la troika-, hasta que llega la gran celadora –beneficiada principal del statu quo-  y recuerda que hay que cumplir los deberes (nada de quitas ni esperas, despido de funcionarios, bajada de las pensiones, congelación de salarios …) Ítem más: entran en juego los mercaderes y el Banco Central Europeo se erige en árbitro y parte del conflicto. En el último intercambio en el cuadrilátero, el BCE al cortar el crédito a los bancos griegos,  le da un punch a Grecia poniéndola contra las cuerdas. Tsipras contesta al BCE: “Grecia no aceptará más órdenes”, mientras se compromete a "poner fin de una vez por todas" a la austeridad. Y la ciudadanía le respalda masivamente y se manifiesta en Atenas contra el chantaje.

 

Y en este momento estamos. ¿Seguimos la política de austeridad, limitación del déficit, fortalecimiento de los Mercados y correlativo aumento del desempleo con empobrecimiento de las personas? O, tal como acaba de hacer Obama -en una sociedad rabiosamente liberal- al despedir la austeridad y apostar por la clase media, mediante la formulación de un presupuesto que plantea más gasto público y subida de impuestos para los más ricos  ¿sería posible –incluso, conveniente- una política de crecimiento, de inversiones productivas, de aumento de salarios, de empleo estable y digno?

 

Este es el dilema, diría Hamlet, que ya se preguntaba en 1605 –como si fuera hoy mismo- : “¿Qué es más digno para el espíritu?, sufrir los golpes y dardos de la insultante fortuna o tomar armas contra océanos de calamidades y, haciéndoles frente, ¿quizás acabar con ellas? Morir..., dormir; no más… ¿Pues quién podrá soportar los azotes y las burlas del mundo, la injusticia del tirano, la afrenta del soberbio, los ultrajes y desdenes del mundo, le lentitud de la justicia, la arrogancia del poderoso y la humillación que la virtud recibe de quien es indigno, cuando uno mismo tiene a su alcance el descanso en el filo desnudo del puñal? ¿Quién puede soportar tanto? ¿Gemir tanto? ¿Llevar de la vida una carga tan pesada?”

 

Grecia, si no una esperanza, sí que es un toque de atención. Como ha afirmado el Premio Nóbel Paul Krugman “para poder hacer lo correcto, el Continente debe dejar de sustituir análisis por moralización”. Porque, aparte de que los gobiernos griegos, de izquierda y de derecha, lo hayan hecho pésimamente, la ruina está ahí y la pobreza florece como los almendros en primavera. Y esta situación se merece plantearnos un nuevo ser o no ser: políticas de inclusión o de exclusión, esa es la cuestión. No debería ser un tabú discutir si hay algo más allá de la austeridad y del cumplimiento de órdenes de los mercaderes.

 

No quisiera terminar sin remitirme a las últimas palabras de Francisco (31.1.2015, al dirigirse a dirigentes de empresas agrícolas italiana) que advierte sobre la realidad de que “el sistema económico dominante excluye a muchos del uso correcto de los bienes”, al tiempo que pone en solfa el absolutismo de "las reglas del mercado" Esto le lleva a pedir que sea reestructurado el sistema de producción y distribución de la comida: "Como nos han enseñado nuestros abuelos, con el pan no se juega. El pan de alguna manera participa en lo sacro del hombre y por lo tanto no puede ser tratado como una mercancía". Es una nueva denuncia de "la cultura del descarte y del despilfarro" que determina situaciones de "miseria y sufrimiento" de miles de familias.

 

Esto me hace recordar el pequeño detalle de que Jesús, el de Nazaret, se irritó una sola vez en su vida pública: cuando, a latigazos, lanzó del templo a los vendedores. Creo que sería conveniente que gritásemos: “Váyanse, señores mercaderes”. Para que dejaran paso a las personas. Y a su dignidad.