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El disputado voto del indeciso PDF Imprimir E-mail
Escrito por Salvador   
Lunes, 16 de Marzo de 2015 00:19

 

Me doy cuenta de que el próximo lunes ya sabremos el resultado de las elecciones andaluzas y no he escrito nada que se refiera concretamente a este importante acontecimiento.  No sé si ello se debe a la indiferencia que, sin darte cuenta, te paraliza ante el desastroso panorama de la fauna política. La verdad es que no sabe uno si hablar bien de alguna candidatura o hablar mal de todas  ellas. Si   merece la pena resaltar algún punto de los programas, sea o no novedoso, o, por el contrario, hay que pedir a algunos que, por favor, exterioricen las medidas que van a poner en  marcha  el día que gobiernen merced a nuestro votos.  Quizá mi desafección respecto a las elección del día veintidós pudiera ser fruto de la  indisimulada vejez que me empuja a la indecisión, lo que parece no se da entre el segmento joven de nuestra sociedad, dispuesto a votar de forma entusiasta a determinadas formaciones.

Sea como sea, el domingo –los que nos decidamos a acudir a las urnas- habremos depositado nuestro personal –y no sé si disputado, como el del señor Cayo- voto para decidir el arco político en el  que nos vamos a mover durante en el futuro inmediato.  A propósito del señor Cayo (Paco Rabal, el de Delibes, no al Cayo Lara, digno político actual), supongo que recordarán la perplejidad que mostraba como protagonista de aquella enternecedora película, cuando los jóvenes que hacían propaganda electoral le indicaban  -después de comprobar que no tenía ni electricidad- que debía votar al partido que defendía a los pobres, mientras constataba: "Pero si yo no soy pobre". Una respuesta propia de quien sabe apreciar la verdadera riqueza -la de la vida sencilla-, muy alejada de la cainita confrontación.

Precisamente, la diaria confrontación –desnuda, bronca, verdulera…- es nuestro permanente sustento en la arena parlamentaria, en los medios de comunicación, en el campo electoral. Incluso en las relaciones entre amigos y familiares. Esto es lo que, para nuestra desgracia, se percibe cuando oímos a los gallitos del Congreso echarse al pico esas lindezas de "Señor Sánchez, no vuelva aquí a decir nada: ha sido usted patético", mientras que el aludido le espeta "Son ustedes los que no tienen vergüenza". Mas recientemente, la diputada Lozano, en el tema mediático de la Capitan Zaida, acusa al ministro de Defensa de “parasitar a los ciudadanos" y “empatizar con los perseguidores y acosadores” y éste le responde “su enfermedad es la bajeza moral", mientras le muestra su inhiesto dedo conminando al silencio… en la sede del parlamento. Si la elite de la política se conduce –por decir algo- de esta insolente e insolvente manera, ya me dirán ustedes qué podemos exigir al común de los mortales.

Bajando a la arena electoral, ya habrán comprobado los bellos anuncios publicitarios como hace el Sr. Cantó, actor y político, al presentarnos “la bayeta magenta para limpiar el cotarro”. O el apocalíptico blog de Vox que, con el fondo de la Giralda, nos previene que si gana las elecciones Podemos vamos a ver arrojar a los homosexuales desde ella, si no es que los ahorcan. En el entreacto, el ascendente Ciudadano es visto –nada menos que por el delegado del gobierno en Andalucía, el Sr. Sanz- como un partido extraño, por mas señas, catalán, con un cabeza de cartel que se llama… ¡¡¡ Albert!!!: “Lo voy a decir muy claro. Yo no quiero y no me gusta que a Andalucía se le mande desde Cataluña ni que su futuro político lo decida un político que se llama Albert”. Por si fuera poco, al resucitado Bono, le acabo de ver en la tele diciendo “no me gustaría que ganase Podemos porque no quiero que en mi país haya miedo”. Por Dios: ya han pasado algunos años desde que  el personal contemplaba con miedo la posibilidad de que el PSOE ganase las elecciones del 82… ¡Y lo que nos queda por ver y oir en esta última semanita!

Pues, bien, ante este panorama no es de extrañar que se oigan voces hastiadas pregonando su abstención en los próximo comicios, que pudiera ser lógica ante la propia falta de interés en la política en general o en la elección concreta que se dirime, o derivada de una postura activa o ideológica de rechazo a la legitimidad del sistema político. En este último caso, podrían incluirse los votantes que emiten voto en blanco o nulo.

Los que se decidan acudir al llamado de las urnas, podrán deliberar entre un gran abanico de propuestas. Lo novedoso de esta ocasión creo que está en que la línea divisoria quizá ya no esté en el conocido dilema derecha-izquierda. No sólo el bipartidismo PSOE/ PP parece que está amenazado en cuanto a la elección de una perspectiva de derecha o de izquierda, sino que la disyuntiva se proyecta sobre un nuevo binomio: continuismo/renovación. O lo que es lo mismo: los dos partidos que han dominado desde el inicio de la transición el panorama político, han de defenderse –no ya uno del otro- contra enemigos exteriores que representan, a la vista de los votantes, opciones pretendidamente innovadoras: en el centro-derecha un partido de origen catalán, Ciudadanos, y por la izquierda, el nuevo fenómeno –sin tan siquiera programa- de Podemos. En este doble escenario, el votante se encuentra, como mínimo, perplejo y lleno de dudas razonables por cual ha de ser su decisión.

Por añadidura, ha de tenerse en cuenta que Andalucía abre el abanico de sucesivas elecciones, a todos los niveles, por lo que la pugna se torna más interesante: los viejos partidos luchando contra las encuestas desfavorables para mantener su predominio y los emergentes haciendo méritos para no dejar en mal lugar a los gurús del vaticinio. En medio de ellos, el paro y la corrupción, crisol en el que fundir los anhelos de los indecisos ciudadanos.