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Rígor mortis PDF Imprimir E-mail
Escrito por Salvador   
Lunes, 30 de Marzo de 2015 13:08

 

 

La rigidez de la muerte es el signo reconocible de que el fatal desenlace ha ocurrido. Lo malo de este estado es que sus síntomas, en el cadáver, no sólo se muestran desde el inicio y avanzan inexorables, sino que en su fase final la dificultad para mover al cadáver es evidente: la rigidez no se puede vencer sin producir desgarros o fracturas. Más aún: el pobre cadáver no puede hacer nada, aparte de esperar a que lo entierren o lo incineren.

Ustedes perdonarán la iniciación de este artículo con una boutade, a modo de paráfrasis post mortem, intentando introducir y explicar el tema que quiero exponer. No he podido evitarlo, ante el espectáculo post electoral: el cotarro político no tiene remedio, su rígor mortis es inexorable, semejante al que sucede a la muerte de una persona. Cuando nos morimos, el corazón deja de latir y de bombear sangre al resto del organismo, la circulación sanguínea se para y, consecuentemente, termina el intercambio de gases y la captación de oxígeno, esencial para la formación de la moneda energética del metabolismo, el ATP, que dicen los entendidos. “Aquí Te Pillo”, diría yo, para quitar dramatismo a la situación. Sí, amigo ciudadano: Aquí Te Pillo tu voto, ha terminado la votación y… aquí te mato. Ya no me sirves para nada hasta dentro de cuatro años. Pero, en este caso, no vamos a tener que esperar tanto –sólo hasta mayo- y, por si fuera poco, la que se ha pegado un tiro en su pié ha sido la propia fauna política que, como digo, ha entrado en pleno rígor mortis.

Desde la vertiente socialista, pregonamos la victoria de mantener los 47 escaños, pese a que se han perdido un porrón de votos, en relación con las últimas elecciones. Es lo que siempre decimos todos en la resaca electoral. Bien es verdad que en Andalucía –por voluntad nuestra, sin  más explicaciones-  siempre ha sido éste el resultado, aunque haya necesitado, en el último período, de una coalición con otra franja política. Sin embargo, los que no son de la cuerda ponen de relieve que se ha fracasado al no obtener los 56 escaños que buscaba la Susana… y que “si quieres arroz catalina”. En efecto, aunque antes de las elecciones el Juanma –siguiendo la línea de su padre putativo- pregonaba que debía gobernar la lista que resultase más votada, ahora que no hemos ganado ya no me abstengo en la votación de investidura, sino que votaré en contra. Otros, lanzamos un órdago populista y pedimos las cabezas de Chaves y Griñán, supongo que en una bandeja de plata como exigió Salomé a Herodes.

 

Desde otra  perspectiva, si nos limitamos a examinar nuestros resultados –evaporación de más de medio millón de votos y pérdida de 17 escaños-, sólo alcanzamos a mirarnos el propio ombligo. No vamos más allá de buscar excusas pueriles: nos hemos quedado en casa, hemos abandonado la ley del aborto y otros lamentos trasnochados. Incluso ofrecemos la más peregrina respuesta: “Moreno no superó el estigma de ser designado a dedo”, nos aclara la gran incontaminada Esperanza Aguirre, que pretende achacar –con descaro y desfachatez sin igual- al dedo de su amigo/enemigo la manquedad del candidato enviado a estrellarse en Andalucía. Podríamos decir, con el más ilustre de nuestros mancos, que su defecto no lo alcanzó en una taberna sino en Lepanto “en la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros”. ¿Será esta batalla de Andalucía la más alta ocasión de la debacle del partido popular? Es improbable, pero la verdad es que no nos damos por aludidos y destacamos que estos resultados no son extrapolables (coincidiendo con Podemos),  mientras el gran jefe sigue haciéndose el “sueco”.

 

Lo expuesto son síntomas evidentes de rígor mortis. Nos vamos haciendo frígidos, nos acartonamos, podemos lucir la rigidez más esplendorosa. Y quedarnos tan tranquilos. Mientras tanto, Podemos y Ciudadanos llamando a la puerta a grandes aldabonazos redentores: los unos sin tan siquiera un programa que llevarse a la urna y los otros sin estructura de partido, pero llenos de vitalidad porque, a lo que se ve, van a caballo de los nuevos vientos, a lomos de la indignación y el hartazgo, bien embridados al populismo televisivo y tertuliano, pisoteando con descaro la corrupción de los demás…

A propósito de la corrupción: más de lo mismo. Posiblemente seguiremos defendiendo a la red de delegadas provinciales de Empleo (Sabalete y cía.) y negando la financiación inmoral de la sede nacional de Génova. No hay problema: quizá Alaya se mantendrá en su juzgado –con sus mediáticas detenciones masivas-  y nombremos para Tribunales estratégicos a nuestros propios asesores; al unísono, descansarán en el sueño de los muertos –como Dios manda- los Ruz, Castro y otros jueces “desinquietos”, como decía aquel.

En el entretanto, nada de diálogo. Sólo contienda y delimitación de campos. Mantener nuestras posturas y, por ello mismo, intentar un consenso razonable son utopías. El interés general yace en el tanatorio, mientras la mezquindad política balbucea plegarías ininteligibles en sus mentideros. En ello estamos: contemplemos plácidamente como el cadáver, mientras pierde su laxitud, espera a que lo enterremos entre todos los votantes.