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Escrito por Salvador   
Domingo, 10 de Mayo de 2015 23:00



En mis tiempos mozos apenas se salía del pueblo (y cuando volvías a los tres días, te ponías a hablar en plan finolis) y ahora no paramos: todo el día estamos con el culo en polvorosa, aunque ya hayan pasado a la historia los viejos caminos de tierra y polvos. Los tiempos han cambiado, se ha ampliado la capacidad de desplazamiento y ahora, lo que prima es viajar -por trabajo, por placer, por ocio- y los viajes se han convertido en el centro de los espacios de descanso. Aunque sólo sea para poder pasar un fin de semana en una ciudad desconocida. Lo que importa es evadirse de la rutina diaria. O buscar alguna vía que abra caminos.


No sé: algo de esto hemos buscado Pilar y yo esta semana en la que aceptamos la invitación de mis amigos médicos. Cómo cliente asiduo, paciente –más sufriente que persona con paciencia- o simple usuario de los servicios médicos, en realidad lo que he hecho es aprovechar el afecto de la amistad y, en esta ocasión, hemos estado unos días en Ávila, al señuelo del quinto centenario del nacimiento de la patrona de los escritores en lengua española y primera doctora de la Iglesia, Teresa de Cepeda y Ahumada, que propugnó, junto a Juan de la Cruz, la reforma que se llamó de los Carmelitas Descalzos y progresó rápidamente. En nuestras tierras de Beas de Segura y Úbeda dejaron huellas y el segundo la vida. 
Han sido unas jornadas completas, de descanso y relajación,  rememorado la vida de Teresa. En Ávila, recoleta y silenciosa –no muy alejada de los tiempos de la santa- te sentías como en un “Castillo interior” al que recorrer en sus diversas moradas de perfección, desde la verdadera humildad, la pobreza y el desasimiento, hasta la falsa seguridad que supone la clausura. En la noche fría entre murallas, intentabas aprender los cuatro niveles de libro de “La Vida” para regar el huerto de tu intimidad: desde el agua sacada del pozo interior de tu silencio exterior, pasando por el trasiego de la noria en la quietud perseverante ante nuestro mundo que sigue ahí. Posiblemente, la que discurre por la acequia en la que la memoria es absorbida por el amor y el sosiego -«el gusto y suavidad y deleite es más sin comparación que lo pasado» (Vida 16,1)-, hasta quedar extasiado por la lluvia que viene desde arriba, perdido el contacto con el mundo por los sentimientos: «Acá no hay sentir, sino gozar sin entender lo que se goza». 
También visitamos en Alba de Tormes el convento donde falleció, después de las tribulaciones y sufrimientos en los tiempos de las fundaciones, hasta el punto de que en medio de múltiples calumnias intentaron enviarla a un convento americano, siendo confinada en Toledo y calificada de «fémina inquieta y andariega». Asín Palacios y otros han estudiado sus posibles bases islámicas y judías. Por cierto, en Beas recibió una denuncia que puso la princesa de Éboli a la Inquisición por el Libro de su Vida. 
Mujer mística, capaz de construir ella misma su vida y abanderar la libertad íntima y personal, es considerada por Lázaro Carreter iniciadora del género autobiográfico. Cultivó además Teresa la poesía lírico-religiosa. Sus versos son fáciles, de estilo ardiente y apasionado, como nacido del amor ideal en que se abrasaba. Junto con san Juan de la Cruz, se la tiene por la cumbre de la mística experimental cristiana. Ello, al regreso por los “Campos de Castilla”, me hizo recordar a Machado, el místico de la laicidad, que al contacto con sus extensos y áridos campos, de misterioso y silencioso (R. Darío), pasó del yo al nosotros, a ser un poeta nuevo, ético y contundente. A la par que perplejo: "Somos víctimas de un doble espejismo…pero, si convencidos de la íntima realidad, miramos adentro, entonces todo nos parece venir de fuera, y es nuestro mundo interior, nosotros mismos, lo que se desvanece. ¿Qué hacer entonces?".
Por supuesto,  atender la advertencia de la santa (C. 16, 2): “este cuerpo tiene una falta: que mientras más le regalan, más necesidades se descubren”, porque es necesario “¡Sabed sufrir un poquito pero sin que lo sepan todos!”. Lo que, evidentemente, no hicimos nosotros que, en el atajo que para volver tomamos por Segovia, nos acordamos de aquello que ella decía de que “Dios está en los pucheros”, aunque es de suponer que mas austeros que los del nieto de Cándido y sus cochinillos,  bajo el acueducto…
Mejor nos iría si hiciéramos caso a la recién nombrada Académica de la Lengua, Clara Janés, poeta y estudiosa de Teresa, que nos advierte de que ha llegado el momento de fijar la importancia de una de las figuras más complejas del más temprano Siglo de Oro español. Por eso, bien podríamos acercarnos a todas sus facetas, no solo a la religiosa. Fue reformadora contra viento y marea. Fue mística. Fue andariega. Fue escritora. Fue poeta. Fue atrevida y valiente. Hagamos caso a Teresa de Ávila: “Nada te turbe, / nada te espante”.
Y, así, llegaremos a entender cosas sin palabras -lo que está lejos de evadirse del mundo-, actitud que nos hará continuar mejor nuestro camino. Caminar. Y saber lo que hacer y  a hacerlo bien: “Tan alegremente tomemos lo sabroso como lo amargo.”  (Fundaciones 5,10).